La hija de mi vecino era igualita a uno de esos seres mitológicos que salen en los libros fantásticos, niña-cíclope le decían, pues sólo tenía un ojo. ¡Uno solo! Pero no siempre había sido tuerta. Según, un día la carajita le solicitó a su papá: «¡Quiero un parche, papi, quiero un parche! Los parches están de moda. ¡Andaaa!». Fue tanto el lloriqueo que la niña le montó, que el pobre hombre ya obstinado, le sacó un ojo con el tenedor. «¡Gracias, gracias, gracias! exclamó la niña, feliz. ¡Eres el mejor papá del mundo!». Cuando la niña-cíclope salió a mostrarle a sus amiguitas lo chic que se veía, éstas comenzaron a mofarse de ella; la moda de los parches ya había pasado