Uno de mis defectos incorregibles es no saber no meterme donde no me llaman. Bastante negativo. Sin embargo, a mi criterio, pocas cosas podría considerarlas de mi incumbencia. ¿En qué ocupar sino mi hiperactiva cabecita? Desde luego, tan solo justifico el haberle dado vueltas y el llegar a pensar lo que pienso, pese a lo que pueda pasar.
En fin, que qué es el mundo sino que te queda.
(Fluyen sonidos)
Y puesto que la incertidumbre siempre será inseparable compañera, ¿como ignorar un asidero de certeza en esta desconcertante espiral? Agárrate, con la fuerza de tus entrañas y deja que la fortuna golpee tu dolorido brazo. Déjale creer que puede doblegarlo; sólo tú sabes que bajo la efímera piel, el duro acero sostiene tu cuerpo.
Deja que la certeza de la armonía inunde vuestra acompasada existencia.
Las venas se dividen, mas vuelven al corazón, pues todo es una única, eterna y ardiente vida