Caminó y se fue al amanecer mientras yo era su canción. Se llevó sus cosas y se despidió mas nunca me miró. En penumbras yo no le dije adiós porque no se lo creí. Escuché la puerta de su habitación cerrándose al salir. Solo me quedé en el sitio aquél. Cuando se marchó todo se acabó.
La primera vez que me dijo que volvería jamás por mí, estaba dormido cuando percibí su presencia junto a mi. Regresó y pidió por horas perdón hasta que lo concedí y en un beso largo que hubo entre los dos fue donde me perdí. Me amó otra vez. Me volvió a ver. Una noche más juntos para amar.
Y se fue otra vez para no volver. Dijo otra vez adiós. Y encendió una vela o quizás dos o tres y no se iluminó. Pero esta vez al anochecer supe lo que le pasó. Se murió de llanto, murió de dolor y todo lo perdió. Ya nunca supe más de lo que pude dar. Nunca otra vez me recuperé.
Pobre diablo aquél que no pueda ver que el diablo se marchó con mi amante entre sus brazos mientras yo era su canción. Pobre diablo quien ya no puedo ver mas que en mi imaginación. Mi tristeza llora sangre de dolor desde un roto corazón. Ya nunca supe más de lo que es amar. Todo lo perdí y jamás me despedí.
