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06.chachachá

Wilkinson salió del cuarto de la lavadora y, tras atravesar la peluquería, se paró en el mismo lugar donde hacía apenas unos minutos descansaba el cuerpo de un tal Antonio Somoza García.

Como accionados por un resorte centramos las miradas en el inspector, con la misma expectación que tendrían en su día los pastorcillos de Fátima ante la presencia mariana.

Todos ustedes tienen coartadas sólidas que, en un principio, les mantienen al margen de este horrible crimen. Dijo el atractivo cuarentón.

Verónica había pasado la noche en el hospital, durmiendo junto a su abuela. La señora, de ochenta y dos años, estaba recién operada de la rodilla izquierda. Enfermeras, médicos y celadores podían confirmarlo. Los pasos de la estilista de Cabello´s tenían más espectadores que cualquier final de Gran Hermano.
Patricia tuvo clases de bailes latinos, como cada jueves, de diez a doce. Tras la lambada, el bolero y el cha-cha-cha, salió de copas con sus compañeros. Les dieron las tantas. Terminó la jornada compartiendo cama con un tal Orson.
Carla cuidó de su sobrino. Esta semana su hermana hacía turno de noche en la SEAT. Cenaron pizza y coca-cola mientras veían, por enésima vez, Buscando a Nemo. Después jugaron a la Wii y a la american way of life.
Tras pasar por el super a por un poco de embutido para la cena, a las nueve llegué casa. Hice un sandwich de mortadela con aceitunas y me senté delante del ordenador. Guardaba la esperanza de conocer a alguien interesante en San Esteban. A la una y media llamó mi madre que, como padece de insomnio, me tuvo al teléfono hasta las tres menos cuarto de la madrugada.

Sólo quedaba una persona por declarar y, por lo que le habíamos contado el resto al inspector, parecía ser la más implicada en la muerte de Marga. Además, Jacinto no quería decir nada respecto a la noche anterior.

Hagamos esto más fácil. Confiese que usted la mató. Aconsejó Wilkinson.

Como si se tratase de un cambio estacional, Jacinto perdió de golpe toda la pluma, miró con ira al hombre que lo acusaba y grito.

¡Yo no soy ningún monstruo!

Particularmente, me pareció desproporcionada la reacción del señor Robles. Que Marga fuese un transexual nos había pillado a todos por sorpresa, aunque no sería la última de la mañana.

¡Yo no soy ningún monstruo! ¿Me cree capaz de matar a mi propio hijo?

Continuará...
Edgarneville30 de junio de 2009

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