A veces la experiencia no vale de nada,
es el corazón el que manda y se estrella,
como una polilla, en tu ventana.
Apaga la luz que me encandila,
me emborracha y me desangra.
¿Por qué tus ojos son el faro,
si mi barco varado ya no alcanza
el refugio de tus brazos
en el puerto de tu alma?
Deja de llamarme, pues mis pasos
no te alcanzan,
enfangados en el lodo
del engaño y de la estafa.
Deslumbrado, ya estoy ciego
y no encuentro mi camino:
el de mi dignidad robada
Es un buen trabajo, Eleazar.
Estoy encantada de volver a leerte.
Un abrazo.