Le regale una florecilla
en nuestra primera despedida,
ella me dio un beso en la mejilla,
mientras yo sentía
que con ella se me iba la vida.
Pero pronto me regalo una razón,
para ser el hombre más feliz
(y sobrevivir hasta el día de mañana);
me dijo que su corazón
jamás había sido tan feliz,
como lo fue esa mañana.