Se me iba la vida viéndote crecer,
la tinta desesperada rasguñando el papel.
Viéndote morir desdeñando mi frazada,
el esmalte de tus uñas en mi piel.
Perdía las coordenadas espacio temporales,
Me zambullía en mares sin saber nadar.
Repasaba infatigablemente momentos que cotizaban,
Llegada la hora del inventario final.
Y regresé de allí donde perdí mi corona,
de la adolescencia candente que no supe sobrellevar.
Malgasté cartuchos de balas que no usaba,
Ventilé mentiras sin saber por qué.
Y hoy no subestimo al joven desplumado,
Que de súbito asaltado todo abandonó.
La arena del puño se supo liberada,
Pasaron mil años del tiempo aquel.