Los "progres" invaden nuestras calles, al grito de "hagamos crecer al país", con sus ahorros seguros en el colchón, el peso donado para Unicef de la lavandina de moda, y su universidad pública y padres acaudalados.
Los muchachos son gente bien. "Sufren", se desangran en blancos papeles, pero no lo sufren en carne propia.
Las muchachas son activistas de entrecasa. Se dedican a ir a marchas, para luego salir con chicos "con algo en la cabeza".
Las mujeres más grandes, cacerolean, creyendo que así harán patria.
No saben lo que es donar algo que cueste, armar verdaderas manifestaciones que pongan en jaque al poder, ni participar en la política para cambiar las cosas.
En fin, el camino irreversible al desastre se demuestra con la devastación de los propios generadores de la desestabilización.