Cuando las manos no puedas mover, y los párpados nieguen respuesta. Cuando el pecho ya no se hinche y la lengua se encuentre seca. Te darás cuenta lo solo que siempre estuviste, que nadie abrigo tu existencia. Que tus pensamientos, lo único con lo que cuentas, nunca fueron percibidos. Te darás cuenta que no comprendiste el teatro y hoy, como ayer, no tienes respuesta. No hay nada, nada. Y nunca nada te lleno. Que caminaste las noches buscando lo que hoy tienes y no puedes usarlo. Que la felicidad era una fábula y que solo esto tenías... tus manos huecas. Huecas, como cada intento de amar, de besar, de desplegarte al mundo que hoy se repliega en el punto donde la cabeza te voló, desperdigando en los muros los sueños, el color y el lamento.