La última vez caminé con los pies pesados, como en una pesadilla, hacia ti. Ignorando el orgullo que me frenaba a cada esquina, a cada mal recuerdo que me habías dejado. Aunque todo lo vencí y llegué sonriente para saludarte, noté también que esa lucha era parte tuya. Tardaste mucho tiempo en llegar, y cuando llegaste estabas pérdida. Tus ojos me vieron como un desconocido. Te quise saludar pero querías otra cosa. Sin saber qué busqué algo que nos hiciera reír a ambos, porque a esas alturas, reír era un gran premio que nos sacaba de la incomodidad.
Ya no es lo mismo reír. Contar una anécdota y buscar un motivo para continuar no era lo de antes. Antes solo se continuaba.
¿Qué pasos has seguido? Ahora que te veo perdida, quisiera volver a encontrar tu sonrisa instantánea al verme. Y de mí no sé qué quieras. Pero estoy dispuesto a dártelo todo. Esto es quizá una ventaja, porque sé que tú, estás dispuesta a poco.
Te quiero dije la otra vez luego de meses.
Fue sorpresa para los dos.
Ves, soy fan de esas cosas. De decir las cosas en el momento oportuno aunque sufra durante tanto silencio.
