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Lejos Del Horizonte

Estoy de pie ante el mar. Las olas se acercan y se alejan como el hormigueo que siento en el pecho cuando miro por la ventana de un sucio motel y veo las violentas siluetas apasionadas de dos cuerpos unidos por el calor del sexo agresivo, quintaesencia metafórica de los romances de bar, que suelen llamar a desafortunados lobos solitarios a hundirse en océanos de whiskey barato, ahogándose entre una masa no uniforme de tetas y miradas lascivas, saliva, humo y carcajadas melancólicas.

Lanzo un alarido etílico que espero roce la gracia de Dios -si es que lo hay- y alcance las estrellas más lejanas, no es un grito de odio, rabia o tristeza decorada con lágrimas rubíes, es más bien un grito de guerra, puesto que me hallo en constante conflicto con la vida misma, lucho contra los problemas, contra el miedo... contra mí. Por eso me hallo borracho y desnudo desquitándome con el mar, el cielo y la tibia arena que baña mis pies y me envuelve en su maternal abrazo cuando los mareos son tan fuertes que termino cayéndome y convirtiéndome en una parodia de mí mismo, un payaso que hace el ridículo frente a las masas de agua expectantes.

¡Basta de caminar bajo un sol negro! Me digo con lágrimas en los ojos, ¡Basta de someterme a las cadenas opresoras de la constante angustia! Me digo limpiándome la roja sonrisa que llevo en el rostro. "¿Por qué lloras, payaso?" Me dijo un niño acercándose a paso seguro, "Nada, mi rey, este payaso olvidó como reír...", "Pero señor payaso, ¿cómo puede estar triste si está en la playa? ¿No le gusta el agua? ¿No ve lo bonito que se ve el sol en el horizonte?", "Mi pequeño rey, claro que me gusta la playa, el agua y el sol... pero me encuentro solo", "No estás solo, tonto, me tienes a mí", "Pero te irás... terminaré mi acto de malabares y lágrimas y te marcharás, reycito", "Sí, me iré, me alejaré, pero hoy te regalo mi sonrisa... es tuya, cada vez que sonrías yo también lo haré, ¡así que asegúrate de sonreír mucho!" dijo mi pequeño y amable rey. Las cálidas e inocentes palabras del niño hicieron que rompiera en llanto y cayera de rodillas al piso, el niño se acercó y me abrazó, me consoló y me miró a los ojos y tomó una rama que había en el piso, "Por el poder que me confiere el mar, te declaro bufón de la corte real, ¡hacer reír al mundo es tu deber, payaso!" dijo con una sonrisa infantil en la cara, lo miré y comprendí todo, no estaba solo, ¡no estaba solo! Me sequé los ojos y le sonreí de vuelta, "Mi rey, juro que cumpliré lealmente a mi deber, no sabe cuan agradecido le estoy" y con esto soltó una carcajada de esas que te llenan el corazón de alegría y se alejó corriendo.

Hoy ya no estoy solo, tengo la sonrisa de mi rey en el alma, y se muy bien que mi deber es brindarle felicidad a todos aquellos que se hallen consumidos por la soledad, no he vuelto a beber y siempre que puedo vuelvo a la playa a recordar a aquél ser que rebosaba de ingenuidad, "un ángel de verdad..." pensaba para mis adentros mientras sonreía y dejaba salir una nostálgica lágrima.
Escritordesolador08 de noviembre de 2016

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