Yo presentí la espina verdadera hiriendo mis entrañas
mientras me halagabas con la rosa de plástico
de tu sonrisa falsa y tu fingida amistad hueca.
Ahora mi jardín está más vacío que antes.
Ahora te he perdido, aunque pensándolo bien,
¿puede perderse lo que nunca se tuvo?
Finalmente, feliz, te fuiste con otro. Y cada tanto
apareces como quien visita un cementerio
y deja la rosa de plástico, la misma, en el jarrón sin agua.
Quiero que sepas que aún hay vida en el nicho del cornudo.
Y que juntaré toda la indiferencia del universo
para dártela en la mano
que jamás mereció la mía.