Padre, vengo a confesar un pecado mortal.
- Te escucho hijo, confiesa.
Padre, durante toda mi vida, nunca, nunca,
he levantado un solo dedo,
para denunciar a los culpables, o para palear en parte,
el hambre que sufren nuestros hermanos de África,
que en este mismo momento
mientras me confieso,
se están verdaderamente
Muriendo!
- Muy bien, hijo, eso es tener caridad y pensamientos
compasivos, pero cuéntame, cómo andan tus relaciones
de familia, de amistad, tus modos de vivir la sexualidad,
tu asistencia a misa, tu fervor religioso
cuéntame, qué otros pecados tienes hijo mío.-
-Padre, no seamos hipócritas, o para ser sincero, no seamos tan pero tan hijos de puta
¿qué carajo le puede importar a Dios bueno esas idioteces que usted me pregunta, cuando le digo que se están muriendo sus hijos negros, de hambre?
Vamos Padre, apúrese a absolverme, que mientras estamos en esta confesión, mi ángel de la guarda, que no creo que sea africano, pero también es inocente, me comunica que acaban de morir en este tiempito, que va de mi confesión, treinta y tres
africanos más
¿y sabe qué, Padre? creo que por demorarnos tanto, la culpa es mía, y también, suya.- Agregue a mi confesión, que usted y yo, somos asesinos. Hemos matado a treinta y tres hermanos, por quedarnos aquí sentados. Y ese número, a juzgar por cierta gematría, es el número de Cristo. A él, a Cristo Jesús, en la piel de los negros, hemos matado.
Si se mueren como si on fueran personas, ni animales, se mueren sin razón. Me encantan los palos al catolicismo gracias por regalar este texto Fabio :)