Una vez fui niño,
en una casa sin biblioteca
cuando no existía Internet.
Entonces se encendía mi abuela
justo en el momento en que se apagaba el sol.
Con palabras idénticas a la noche anterior,
mi abuela contaba el cuento de Genoveva del Brabante,
y el de Guarino, tu propio nombre Mezquino,
y cada noche, el cuento igual, era distinto.
Entonces no sabía por qué, ahora tampoco.
Pero estoy en condiciones de afirmar
que en mi mente infantil
Genoveva era una noche una santa,
otra una malvada
y otras
era simplemente, mi mujer.
Guarino, curiosamente, también.
Fabio, me has trasladado a los cuentos de mi padre, en las noches de verano en el patio de la casa y sin luces, solo las estrellas y sus cuentos.
Gracias por este recuerdo.
Besos.