Es imposible que Dios crea en Dios. Se cree en aquello que no se ve, pero Dios se ve a si mismo, de modo que no puede, de ningún modo, creer en Él. En consecuencia, Dios es el primer ateo de la historia.
A nadie debiera escandalizar el pensamiento anterior, que parece un jueguito de niños, y cuya refutación resultaría ridícula.
Pero Dios, que todo lo tenía, no tenía a nadie en quien creer. Y entonces, creó al ser humano. Y hasta sabía que éste caería
y lo dejó caer. Para después, claro, salvarlo con su propio Hijo, hecho hombre, que murió por la humanidad.
Hubo un instante tremendo, el de la muerte en Cruz de su Hijo, y el círculo se cerró y Dios creyó, por primera vez, en si mismo. Y abandonó para siempre el ateísmo. Dios creó en Dios, en las manos, en los pies, en el rostro ensangrentado de Jesús.