Bebí de tus ojos, vuelo sin destino,
pero no era eso.
Tomé fuerte mis manos a las tuyas,
pero no era.
Tampoco tu cuerpo, cripta de mis deseos,
era eso.
No y no. Mucho más.
Tu oscuridad es la que me alumbraba
Tu silencio el que elocuente se posaba en mi oido.
Tu soledad, espléndida, la que me acompaña.
Oxímoron de mi dolor gozoso, eterna presencia ausente.
Amada mía
qué puedo decirte
que no sea nadería.