No hay un lugar en el mundo que no sea hermoso.
Una higuera, un viejo arado enmohecido, un cañaveral
simplemente la tierra seca y sedienta. Todo, todo
es hermoso en la vida, y no hay geografía que no entrañe
si bien se la mira, algo de sagrado, o si quieren, de mágico.
Yo no sé por qué me ocurren estas cosas justo ahora,
exactamente ahora, que creo no estar enamorado.
Y soy pobre, y no tengo más que el fruto de mis manos,
y mis manos se cansan, a veces, y también yo.
Pero siento una alegría intensa, un íntimo regocijo,
en esta soledad tan sola, que sin embargo, ya ven,
me lleva a dialogar con todos. Y me expreso, en este escrito,
con la algarabía de un hijo, que veinte años después de su muerte,
otra vez, besa la frente de su madre
que siempre vuelve.
Si, he de confesarlo, mi casa es el mundo, y mi madre,
son aquellos que al leerme
me regalan un momento,
un pedacito de su frente.