-¿Sabes? Me he retirado. Esta semana. Soy un hombre libre. Nado en el tiempo. Y tan solo tengo 50.
-Ten cuidado.
-¿Por qué?
-Yo se por que te lo digo. No te detengas, nunca te detengas, eso es lo que te mata.
-¿Nadar en el tiempo o ser un hombre libre?
-No hacer nada. No soñar. No proyectar. Vivimos de sueños y escalones. Nunca te detengas. El tiempo libre puede matarte. Y lo hará.
-Gracias. Lo tendré en cuenta. Tu hace tiempo que también estás retirado, ¿Qué haces? ¿Como evitas la muerte del tiempo?
-No lo mato. Celebro su vida. Cada día. Y beso a mi mujer en la boca. En las mañanas y en las noches. Y también cuando no lo espera. Y aprendo a cocinar. Y leo y escribo. Y vengo a hacer las compras de la semana. Y esas cosas. Pequeñas.
-Entiendo. Lo importante es moverse.
-Exacto. Moverte. Jugar. Soñar. Recuerda siempre al despertar que hay algo que aun no has terminado. Siempre lo hay. Es el secreto para abrir los ojos cada día. A los 68.
-¿Sabes algo de el viejo Blah Blah? Hace tiempo que no lo veo. Ni lo escucho. Ni se nada de sus Blah Blah ni de su mujer.
-Oh. No lo sabes. Ha muerto hace un mes.
-No puedo creerlo. Que terrible.
-Estaba quieto. Hace años. Intente ayudarlo pero nunca me escuchó. Al principio amaba su ocio y su tiempo libre.
-Eso parecía.
-Más tarde el aburrimiento lo tomo por la espalda. Lo inmovilizó.
-Que pecado. Viejo, no quiero terminar así.
-Y el tiempo es como un perro. Un viejo perro que necesita comida. Y cagar. Y mear. Y amor. Si no lo cuidas, muere. Y si muere, estás muerto. O lo estarás, pronto.
-Oye... Gracias. Intentaré no arruinarlo.
-Por nada viejo.
-El sábado realizo una pequeña celebración. Me gustaría que estuvieras allí. Ya sabes, lo de siempre. Los muchachos del bar. Te espero.
-Allí estaré.
-Trae los viejos discos. Esos que no le gustaban a Blah Blah. ¿Recuerdas?
-Si, claro.
-Estamos grandes viejo. Debemos bailar. Hay que moverse. Tu lo has dicho.
-Ya lo creo.
