En el fugaz
y salvaje
recuerdo
de un dormido
amanecer
me encontré
con
la primera
de las decepciones
ya débil
ya
vencida
como un cadáver
olvidada
inofensiva
infantil.
Nos besamos
un instante
para recordar
el sabor
del
amor
adolescente
en invierno
en la calle
en la puerta
de tu casa
y nos matamos
a
palabras
en honor
a la poesía.
Hoy
sos dueña
de una lápida
en el jardín
de mi
casa
y cada tanto
sin buscarlo
llevo
flores
y las rompo
y las tiro
y me voy.
Buenas noches,
Negra.