Parado en el medio de la noche
en el medio de la cocina
a punto de abrir el refrigerador,
una vieja canción de Pink Floyd
empieza a sonar
y pierdo la mirada
en las figuras del azulejo
que empiezan a moverse
extrañamente.
Parpadeo varias veces
y todo vuelve a la normalidad
pero la canción sigue sonando
mientras en el piso de arriba
una pareja asfixia al invierno
con sus idas y venidas
y saltos y gemidos.
La luz de la luna me dibuja en el piso
tomando una botella de la heladera
y la música sigue sonando
y los azulejos han vuelto a bailar.
Sacudo la cabeza
y me pierdo nuevamente en la ventana
mirando las luces de la ciudad
nadando y flotando
en la noche.
Salgo de allí
y entro en mi habitación,
coloco la botella en el piso,
al lado de la cama,
me quito las medias
y me acuesto,
encerrado en la oscuridad.
Estiro mi brazo izquierdo
y tomo la botella
y le doy un largo trago
con lo ojos cerrados
y comienzo a silbar la canción
hasta que todo es silencio
y noche
y paz.
Eso es todo lo que recuerdo
señor juez.
