En el desconcierto de las horas negras
y caminando sin apuro a ningún lugar
me tropiezo en la punta de tus labios
que vuelan y hablan, muerden y bailan.
Las miradas se queman en el aire
y sin pensarlo, empezamos a girar
vi que nos perdimos, sin movernos
entre manos y cuellos, y ojos y bocas.
Son ritmos nuevos los que me mueven
escucho que dices con la punta de tu boca
y sin sombras, ni rastros, allí nos vamos
lejos del mundo, que hace nada ya partió.
En otra lengua hablamos esta noche
tus manos y yo, tu espalda y yo
en un combate lento y sin violencia
sobre el lomo de una noche porteña.
Y el aire, bien regado de brisas calmas
nos envuelve y empuja, nos lleva y nos trae
y las sabanas, frenéticas, como histéricas,
juegan a matarnos, nos ahorcan y nos besan.
Con la cabeza en la cima de tus piernas
veo a tus ojos que se cierran solamente para mi
y tus hombros y mis labios, mezclados, bailando
se entregan y se dejan, se besan y se van.