Sentado observo paciente el relajado ir y venir de los que me rodean. Unos caminan con paso torpe, arrastrando los pies, otros se apoyan para poder avanzar, los pocos deambulan sin dificultad. Todos carecen de destino, su andar perdió significado, está vacío, sus cuerpos se mueven hacia ninguna parte, no hay camino que recorrer, sólo círculos que les devuelven, una y otra vez, al mismo punto del que partieron.
Día tras día, inician su rutina, a la misma hora, en el mismo lugar. Son caballitos de feria, atrapados en un bucle cíclico, que pasan frente mí, unos arrastran los pies, otros se apoyan para poder avanzar, los pocos deambulan sin dificultad.
Hace tiempo decidí abandonarles, elegí la honestidad de lo inmóvil, acepté la decrepitud aneja al anquilosamiento, la espiral de parálisis que devora músculos y tendones convirtiendo las extremidades en deshinchados globos de carne lacia. Me aferré a la dependencia absoluta, al flagelo de la incapacidad, a la prisión voluntaria en un cuerpo sin funcionalidad. Disfruté buscando mi destino sin aplazamientos ficticios, sin esfuerzos baldíos.
Los días perdieron su valor, los meses se convirtieron en insufribles esperas, los años, eran testigos acusándome, con su dedo justiciero, que mi existencia, mi ridícula existencia, seguía siendo una realidad.
Me desprendí de todo aquello que me invitaba a vivir, dejé la fe, la religión, la familia, los amigos, la lectura, las aficiones. Cualquier sensación placentera era sistemática sustituida por otra lesiva, molesta, incómoda, desagradable. Vivía alejado del sol, lo más que podía del agua, procuraba dormir poco o nada y pedía, para comer, todo lo que, o bien me sentaba mal, o bien me asqueaba.
Hoy, es mi cumpleaños, no recuerdo si eran setenta y tantos u ochenta y tantos, lo que sí que recuerdo, es tu sonrisa, el color de tu pelo bajo el sol, tu semblante mientras dormías, tus manos acariciándome.
Inmisericorde ley que nunca te despertó, mientras que yo, cada día despierto soñando no hacerlo.
La decisión de dejarse morir es algo que tratas de manera muy ortodoxa. Hay veces que uno sólo recuerda un olor, una fragancia o quizá una voz, pero lo importante siempre es el recuerdo.
Cuando una persona deja huella, es señal de que ha sido bueno, o malo...... Me inclino por lo primero.
En esta página hay temas que parecen tabú y escritores que no son del agrado de los demás a pesar de su valía.
Eres un gran escritor, y me alegro de verte de nuevo por estos lares.
Un saludo, Fernandoj