[Aprender a ser grande, aprender a tener clase.]
La aceituna flotaba en el agua. El folículo verde traspasaba la claridad del agua que se mimetizaba con el cristal de la copa. Movía su mano elegantemente; giraba su muñeca con sutileza; y bebía con una falsa y muy convincente cara de placer. El insulso sabor del agua mezclado con los salados restos de la salmuera, producía en su garganta una arcada que no se manifestaba en el exterior.
Oh martini, sabroso martini. Le repetía su cerebro mientras cada centímetro de su cuerpo le exigía parar de beber. A veces le gustaría que el agua se transformase en el elegante vermouth; pero no sabia que preferir, si el desagradable sabor de la salmuera aguada o el fuego que quemaba su cargante al beber el fuerte alcohol.
Tal vez lo prefería, tal vez pudiese acostumbrarse a él para tener clase. Pero necesitaba dinero para comprarlo y lugar donde esconderlo para que sus padres no lo descubrieran, por ahora sigue bebiendo; el desagradable sabor lo inunda, su mente lo convence de que la madurez y elegancia lo invaden a medida de que bebía.
Lo que pasa es que a veces, es divertido jugar a ser grande.