Quemo todo los recuerdos que nos quedaron. Los quemo. Se armo de valor, leyó cada una de nuestras cartas una vez más y luego las arrojo al fuego. Como si las cenizas pudieran borrar todo lo que vivimos, todo lo que nos dijimos.
Me habló. Me habló porque pensaba que para mi lo nuestro no significo nada y se equivocó. Me habló, porque sentía que aquello acabo como la opción que nunca escogeríamos para el final de nuestra historia. Tenía la necesidad de saber y sentir que aquello no fue así.
Quería saber si la mano que escogí, si el pecho en el que dormía ahora, si la sonrisa que el me producía, era la misma que el me provocaba.
Y no era así. No fue, no es y nunca será. Porque con el conocí el amor, lo experimente, lo exprimí, lo viví. Con el sentí verano en el invierno. Palabras en el silencio.
El fue mi primer amor y a día de hoy sigue siendo aquel primer amor. Porque nunca se repite una historia dos veces. Nunca se pueden rectificar los errores del pasado. Nunca nadie puede reemplazar un amor.
Pero claro...
El no lo sabe.
D.
