He tomado una decisión. Es hora de dejarse de chiquilladas. Es hora de coger el toro por los cuernos y tirarse a la piscina vacía que tanto me obsesiona desde hace tiempo. La próxima vez que te vea, en cuanto tenga la oportunidad de hablar tranquilamente contigo, vomitaré todo lo que llevo callando. Y te diré que soy la más infantil por haberme enamorado en tan poco tiempo, que me consumen los celos al verte hablar con otras, que me deshago cada vez que me miras. Que tu sonrisa se ha convertido en mi oxígeno, que tus ojos son la brújula que me guía, que no vivo sino para verte. Que eres el motivo por el que me levanto cada mañana y no duermo por las noches. Porque quisiera hacerte ver el lado bueno de la vida y que tus monstruos y los míos se conocieran. Y sé que te lo diré en cuanto pueda.
Habrá entonces dos posibles reacciones:
A) Puede que me mires con divertida faz, me sonrías y me rechaces, evitándome por los siglos de los siglos,
B) ... O puede que me digas: "Pero yo soy un tipo malo", con esa cara pícara que hace que me derrita. Y poder responderte que: "Sé que no lo eres. Y si lo fueras me daría igual".
¿Quién sabe? El destino elegirá una de las opciones.