Él es el aire que respiro cuando salgo al balcón en plena mañana, las palabras de Neruda que recito por las noches y los pájaros que se escapan de cada jaula abierta.
Me gusta mirar sus ojos, ambos piel a piel, en la cama, con su sonrisa a centímetros de mi boca, y su aliento en mi vientre abultado. Me gusta pasar mis manos temblorosas por sus mechones despeinados, y que él vuelva a peinarse medio segundo después. Me siento en casa cada vez que su cabeza descansa en mis piernas o me abrazo a su brazo. Me gusta cuando él y yo, yo y él, nos fundimos y somos uno, cuando huelo su olor y escucho su respiración agitada. Me encanta desearle, que me desee. Me gusta su sonrisa tierna y graciosa desde el otro lado de la habitación. Me gusta hasta cuando se enfada, se indigna, se desespera, y se lleva las manos a la cabeza en señal de desacuerdo.
Él, poco a poco, con cada palabra, con cada caricia, con cada abrazo, se ha ido convirtiendo en algo así como el guardían de mi felicidad. Vigila que no se escape por las rendijas de su celda, reteniéndola en mi interior con feroz tenacidad. Él me da las alas que me alzan de mi lecho cada día, y es la dulce nana que me adormece al anochecer.
Él, sencillamente, da sentido a mi vida.
Y yo soy un pequeño desastre que va colocando piedrecitas en su camino, lo va haciendo tropezar, en el vano intento de llevarlo en volandas. Pero le quiero. Claro que le quiero. Como nunca he querido a alguien. Porque no le besé para convertirlo en príncipe; me besó para convertirme en princesa.
Y quizá algún día pueda llegar a ser la causa de su sonrisa.

Foryou1396Seguir Autor Recomendar Texto Agregar a Favoritos