Me gustaría poder hacerte entender lo que siento. Voy a intentarlo.
No son celos convencionales. No tengo miedo de que acabes en la cama de una de ellas o te enamores de sus carácteres dispares. No, no es eso. Pero algo hierve en mí cuando quedas con ellas para estudiar o hacéis planes acerca de ese viaje próximo. Tres viajes en menos de cuatro meses en los que no te veré y en los que estarás con ellas en dos ocasiones. Y yo aquí, pidiéndote que te quedes sin obtener una reacción. Recordando que me dijiste que corriste veloz al encuentro de ella cuando te pidió que regresaras corriendo. Por mí no eres capaz de quedarte. Te pido que dejes de verlas, pero luchas por tu derecho a quedar con ellas, por imponerlas sobre mí. Sin tener en cuenta que me matan, sin tener en cuenta que podrías quedar con cualquiera. Siguen importándote. No sé hasta qué grado, pero siempre estarán ahí. Siempre me odiarán y estarán en mi contra. Siempre tendrán la lengua llena de veneno preparada para cuando tú y yo discutamos. Vas a seguir viéndolas aún a sabiendas de que me duele a rabiar. Claudiqué en tu favor aceptándolo, porque prefiero consumirme de celos que perderte, y tú no te ves haciendo ni un mínimo cambio de todo eso que me causaba dolor. Has preferido dejarme que no parar el viaje, que no parar las quedadas y las risas con ellas. Me retas diciendo que me siente mal o bien irás a todo eso que te pidan, lo mismo que si yo lo hago con mis amigos masculinos te dará igual... Eso aún me fastidia más. Yo con celos de cada ojo rosa que te mira y tú impertérrito ante la idea de que pase una tarde entera a solas con cualquier chico. Si entendieras lo que me fastidia todo esto... Si supieras hasta qué punto me estoy sacrificando en orden de verte feliz... Me querrías más. Me harías más caso en lo que te pido. No te limitarías a decir que la culpa está en mi modo de pensar...
