Natalia, sigue siempre reposando entre mis brazos blancos y débiles. Cariño, no dejes nunca de perder la ilusión por el cantar de los pájaros o por el brillo del agua en el jarrón de tu abuela.
Natalia, mi niña, no crezcas nunca, porque, cuando lo haces, las preocupaciones pasan de ser sobre qué jugar a quién jugó contigo. Por favor, hija mía, no sueltes nunca mi mano, no te dejes ir.
Por favor vida, no dejes que tus ojos verdes se tornen grises y que las canas y arrugas te depriman mañana.
Natalia, hija, por favor, sé feliz.
Procura no mirar nunca al pasado, porque el pasado, una vez se va, no regresa más.
Hija, eres mi sueño. No pierdas nunca el sistema que te hace enrojecer cuando la gente te mira ni dejes nunca de bailar y saltar.
Siente la vida, a tu manera.
Ojalá pudiera retener tu crecimiento y no dejarte avanzar. Sé lo que es crecer y por eso mismo desearía que no salieras nunca de esta cuna.
Princesa, sabes que te quiero. No dudes nunca que puedes contar conmigo, Natalia.
Siempre juntas, hija. Siempre contigo.
Mamá.
