Una golpiza pudiera no aturdirme más,
no claro como el tren de cerca o el silbato enfermo del boletero.
Las golpizas, esas son sórdidas.
Segregan la materia y hacen más individualista al ser.
Rompen un parámetro, otro de allá es lisiado...
¿Otro queda?
Una golpiza es aturdidora. Vale mil marcos,
vale cualquier otra moneda de no-circulación.
Para quien recibe sordos choques y para el otro.
Una paliza al amanecer, una paliza cuando la noche cierra,
una paliza. Nombres propios hechos añicos,
una paliza, cien palizas en cuatro metros cúbicos.
Hermoso recital.
Hermosas mañanas de catatonia
y de claudicar lo aprendido.
Buenos días al perezoso, a la mantis, a mi sobrina...
Mi padre y la golpiza. El tuyo y tu hijo, entre dos, paliza...
Una cosa que no puede aturdirme más.
A todo esto, escribo.
Ganador en todas las golpizas, hasta las ciegas llenas de aceleración,
ejecutor de cada golpiza y más tarde, en sueño, ejecutor.
Morbo,
morbo y golpiza,
cuánto fluye por las cascadas menos accesibles,
cómo remolonea el morbo en el chapuzón.
A todo esto escribo,
ejecuto
y golpeo. A todo esto.
LA PALABRA SIEMPRE GANA. ES JUSTO LO QUE QUERIA EXPRESAR E EL POEMA, LA FORTALEZA ESPIRITUAL MÁS ALLÁ DE LAS ACCIONES. GRACIAS LIBELLE, TUS COMENTARIOS SIEMPRE SON CORTOS PERO VAN AL GRANO. ES GENAIL ESO.
Siento como una pesadez densa de luna y madrugada con esa golpiza y esa paliza que emponzoñan la humedad del aire entre las sombras.
El corazón me duele.