Me gusta inventar palabras.
El diccionario se me queda un poco pequeño,
me presiona el botón en la barriga, no me cierra la cremallera;
esta noche, quiero inventar un verbo.
Uno que nos defina sin murallas,
que querer no es poseernos,
sino amar(te) hasta rabiar, incluso con taras.
Y unos cuantos adjetivos, que describan la tarea titánica,
que te supuso coser los mil y un rotos de mis alas,
y no flaquear en el intento.
También puestos a crear,
podríamos pintar constelaciones nuevas en la servilleta de cualquier bar,
un mapamundi que me ayude a no perderme en la astronomía de tus lunares,
entre tu ropa, tus vaivenes,
botas de montaña para escalar tus desniveles.
Más allá de sus noches sin estrellas y miradas vacías,
podríamos vivir en un país de poemas a capella,
de canciones incompletas.
sin patria ni bandera,
mandaremos a reciclar políticos y banqueros,
destruiremos las fronteras.
Me gusta inventar palabras.
Quizás tras esta retahíla de invenciones y chanchullos hipotéticos,
hayas podido leer entre líneas, con espesor milimétrico
que reinventarse a tu lado es el mejor invento,
y volvernos (juntos)
cada vez más imperfectos.