Por el miedo a equivocarnos, dejamos a medias los poemas y a las estrellas sin noches sobre las que dibujarlas. Abandonamos miles de historias huérfanas de finales, en especial una, la nuestra, tan inacabada que llegué a dudar si alguna vez fue real
Ahora cuando recuerdo aquel cuento que dejamos escrito sobre bancos, intento convencerme de que realmente fue auténtico y de que sus personajes también: tú y yo, solo tú y yo.
Y es que solo éramos dos equivocados más, entre tantos en el mundo. ¿Pero por qué ahora solo queda rencor y odio donde antes había huidas utópicas a otros lugares? Lugares donde nada ni nadie pudiera alcanzarnos, queríamos desaparecer como Cheshire, ese gato de Alicia en el país de las maravillas, y dejar únicamente visible a los ojos de los demás nuestras sonrisas. Pero no lo hicimos; por el miedo a equivocarnos.
Y fuimos dos cobardes que jugaban a ser valientes. Por eso nos equivocábamos, porque no actuábamos realmente nosotros, sino nuestro deseo de llegar a ser como nos gustaría, aunque nunca llegáramos a serlo
Siempre todo por el miedo a equivocarnos.