Cierto día, el pintor Salvador Dalí salió de pesca. Transportaba una caña doblada en forma de silla y el sedal era de seda traída de Tokio y el anzuelo, de oro puro, regalo de un magnate del petróleo, mientras dos elefantes llamaban por teléfono al Rajá de Patapur. Lógicamente pescó una trucha mitad trucha y mitad rana. El artista se afanó por sacar la pieza, cuando un viejo pescador de Cadaqués le comentó:
-Creo amigo, que su trucha no es del todo trucha. Claro que nunca se sabe lo que el río nos regala-
¡Indudable, es una creación simbiótica que converge en la estructura de la rana beso y de la trucha fálica! Además sé que a Gala no le gustará para los invitados.Me encanta la receta de trucha idiota al aroma del pavito...¡vamos, pura degeneración típica del trópico!
El viejo pescador sonrió respondiéndole: es seguro que las únicas truchas reales que usted puede pescar son con el bigote.
A lo que Dalí le respondió:
-¡Y un huevo anciano pescador, mis bigotes son la exaltación de la primera cruzada, el ojo vertebrado del primate carnívoro, las secuencias del genoma del primer dictador, la orla patriarcal del generalato sobre el plato!
El pescador, un tanto extrañado decidió callarse.
-Hace usted bien, amigo pescador, calle y no diga nada porque a las truchas no les gusta que nadie les indique cómo van a ser cenadas-
Un cuento muy de acuerdo a la personalidad de Dalí. Surrealista de principio a fin.
Un gusto volver a leerlo, lo has aderezado con nuevos sabores.
Saludos.