Sí, así... siéntate detrás mío y acorrálame contra tu pecho, apriétame duro mientras tus labios acarician mi cuello y susurran mi nombre.
Hazme sentir lo que prometiste tantas veces, hazme tuya con esa pasión, esa locura que llevas.
Y voltéame si lo prefieres, para que puedas ver mis ojos oscurecidos por el deseo, deseo loco por ti.
Y luego bésame, besa mi frente, mis párpados... besa mi boca. Con tus manos quítame el peso de la ropa, y cubre mi piel con ellas.
Ah! Ya siento que soy un río... Ahora, desliza tus labios por mi garganta, deslízalos despacito dejando tu rastro en mi piel, y déjalos descansar en mis senos... Dios, si esto no es vida no quiero vivir.
Y ven, pégate a mí, pégate fuerte... conviértenos en uno solo si es que no lo somos ya. Siéntate encima mío y muévete lento, lento primero y después más rápido... o mejor, no te muevas, que hoy quiero sentirte la noche entera.
Pero no me dejes así, no te vayas sin antes comenzar... mira que pienso reclamar cada promesa rota.
Que maravilla.
La prosa erótica plasmada en este relato es tan cálida como los fluidos de "ese río".
Casi que voy a leer lo que has escrito anteriormente.
;)