Bajo la Tierra
Hecha quietud y recuerdo
bajo la tierra seca y estéril de esperanzas
¿Quién se acordará de mí entonces,
cuando las sombras caigan?
¿Quién me buscará de nuevo con sus palabras?...
Como una raíz inerte bajo la tierra
¡Quién pudiera saber...!
Si algún pensamiento compasivo y tenaz
asaltará de pronto mi mente extraviada,
dormida para el mundo de los seres
y aún para el desvelo infausto
de la última noche que nunca termina;
hecha de miedo, hecha de sombra,
hecha de la misma oscuridad del sepulcro.
No sé si sentiré entonces el rumor constante
de los ríos corriendo hacia el amplio y espumoso mar
ni el murmullo del aire invisible
en su incesante camino hacia ninguna parte;
no sé si la luz del sol me alumbrará de nuevo,
si su calor traspasará la frágil
pero a la vez perenne e inamovible
capa de arena que me cubre
y llegará hasta mí en lo profundo
con el mismo júbilo de tantos otros días.
No lo sé.
Tampoco sé si mis oídos
escucharán al menos el eco lejano quizá,
impreciso e incierto,
de voces que no me dirán nada.
¿Será de día o será de noche?
Tal vez el tiempo ya no exista después
y ya no pueda detener las horas
como lo hacía antes
con ansias insensatas algunas veces,
con desidia cruel tantas otras.
Yo que sé...
Pero ya todo pasó y el mundo se ha quedado quieto
y ya no asoma en el alma nisiquiera el miedo.
¡Si tan sólo pudiera sentir de nuevo
la luz arrebatada de los ojos!
¡Dolor, odio, llanto y anhelo...!
