Hoy respiré de nuevo el aire tibio
de las frondas de mi jardín imaginario,
los efluvios del clavel y el suave lirio
ansiedades me dejaron en los labios.
La intemperie me golpeó como golpea,
el viento los árboles con su incansable brazo;
sobre mi piel cayeron, como sangre que gotea
pesados y ardientes, del rocío sus retazos.
Creía que estaba muerta o quizá dormida
sumida entre la niebla de mi mudo desencanto,
triunfando la duda con cada batalla perdida
y el corazón yerto, petrificado de espanto.
Fué como salir de una celda oscura y fría
y hasta la luz parecía acabada de inventar,
el reloj constante al que tanto le temía
se rompió de repente como un frágil cristal.
Flotó una pregunta a lo largo del camino,
si falta mucho o poco ¿Quién sabrá?,
de los caprichos insaciables del destino
nunca nadie se ha podido resguardar.
Pero aún respiro, y mis manos temblando están
con el mismo pertinaz y jubiloso afán
de los días que se fueron y no volverán,
de los sueños que quedaron y ya no serán.
¿Adónde el camino irá...?
dijo una voz entre las sombras del diván;
las palabras del poeta grabadas están
si el camino se termina, !Qué mas da!.
