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Médico Pasante Juan Vélez

MEDICO PASANTE: JUANITO VLEZ

Si mellas con suficiente insistencia, en los lugares correctos: destruirs a cualquier hombre, no importa lo ntegro y noble que ste sea

I. EL DA MS LARGO

1.
Los rayos del sol del desierto rebotaban radiantes y hostiles la capota del viejo carro tipo Sedn del recin egresado: Juanito Velez. Viajando por la nica ruta de entrada /salida del pequeo pueblo donde vivira un ao entero: Rancho Alegre Singalguandipa.
Educando a la poblacin, repartiendo salud y medicina como el militante galeno; honroso de su bata blanca y su estetoscopio, que lo acompaaban como un tndem.

La Benemrita facultad de Medicina de Durango le haba otorgado ya a Juanito la afamada carta pasante. Y la honrosa institucin de salud federal: su plaza del servicio. En ese solitario punto subhspito de la sierra de Durango, en ese poblado de precaria educacin y oportunidades. Donde los servicios bsicos de vivienda tenan poco tiempo de extenderse a esas rancheras. Poco tiempo de que Felipe Caldern proclamara que Mxico contaba con seguridad social universal. De las ltimas comunidades en recibir ese inexorable apoyo. Y de las ltimas unidades en ser escogidas como plazas del servicio social por los pasantes menos avezados.
Uno de esos lugares donde haca poco tiempo los nios se moran de enfermedades infecciosas prevenibles con la vacunacin. Donde el agua hasta haca media dcada se beba directamente de fosas repletas de minerales perniciosos y mugreros del subsuelo; O de vertederos fluviales, ahora esbozos de lo que antes fueron debidos a que la lluvia haba cesado desde haca pocos aos. Un pueblo agricultor donde ltimamente la inclemencia del sol mellaba en el nico sustento de esos desdichados y sus familias. Donde antes del apoyo federal, la labor sanitaria era atendida por la superchera de los charlatanes: brujos y chamanes que all habitaban.
Rancho Alegre Singalguandipa sin embargo: Haba tenido una importante evolucin demogrfica y social. La luz, el agua, algunas parablicas de Sky en las casas de los terratenientes y sus familias. 1 telfono satelital que rentaba una vieja usurera por 100 pesotes. Una pequea planta purificadora que haba llevado algn programa social; Adems de apoyo de ProCampo que daba incentivos y materiales a los trabajadores rurales. Un sistema cardenista ejidal bien organizado que reparta los tesoros de esos camiones a todo el comit de ganaderos y agrcolas. Contaba con un centro de salud austero desde haca 3 aos. Equipado con lo bsico: Unas cuantas medicinas, mesita para parto, cocineta, un cuarto austero pero cmodo y un bao para el mdico pasante en turno. Y Desde luego, una remodelacin precaria del camino terregoso, nica ruta que en ese momento cruzaba nuestro recin egresado Juanito Vlez Valtierra.
El respaldo del asiento de Juanito estaba empapado, por la incesante sudoracin de su espalda. Deba estar a unos 40 grados centgrados. La tierra suelta se filtraba por las ranuras de las puertas y pintorreaban las cejas y pestaas del doctor, de vez en cuando una tocesilla lo invada, su lengua le saba a tierra, y de repente escupa un poco para evitar que se le enlodaran sus dientes. -Pueden tratar de mellar mi cuerpo, pero mi temple se mantiene inamovible.-Se deca cmicamente al transitar por esa terracera de lavadero, tan tortuosa y polvorienta, tan castigadora para su Chevy 2002 que solo poda cruzarla a 40 kilmetros por hora. - Primera leccin, cambiar el carrito por una camioneta, si no se me va a chingar -pens el galeno.
En la radio, se escuchaba La puerta negra de los tigres del Norte, que pronto fue remplazado por el sonido blanco de la ms estril esttica. -Bah! otra zona del silencio o que pedos?-. No le sorprendi: Sin seal de telfono, ni radio y mucho menos internet. Pens que sera como un retiro espiritual, interrumpido paroxsticamente por el ms puro altruismo noble, que su carrera profesaba. Es que a Juanito siempre le haba emocionado la idea del servicio social. Un da antes de emprender el viaje, haba batallado en conciliar el sueo. Pensaba en como presentarse, como atendera a los pacientes (A sus pacientes). [Durante el internado y la carrera vea pacientes prestados por otro mdicos y ahora el tendra los propios]. No haba recaudado mucha informacin del pasante anterior, porque en cuanto ste ltimo termin, se mud a Cuernavaca y perdi el contacto.
-Harn un comit de bienvenida?- deca para sus adentros entre risillas impacientes. Ya llevaba casi 3 horas ms de lo previsto, viajando por ese horrendo camino sinuoso. Haba conocido la fauna del rido desierto. Desde serpientes de cascabel, hasta liebres y correcaminos. Divis cerca de su destino a una parvada de buitres devorando a una triste vaca semidescompuesta, al ladito del sendero pedregoso y desrtico, lo que le provoc un escalofro. -Se habr muerto de sed?, Insolacin?, La habrn atropellado?Me pregunto si los buitres se comern a sus compaeros una vez muertos? Carroeros y canbales- Pensaba, dejando volar su mente de clnico haca senderos que caan en lo ridculo, debido al hartazgo del viaje.

A medio kilmetro se visualizaban al fin el conjunto de casitas. La incertidumbre invadi a Juan Vlez. No haba tenido la necesidad de trabajar nunca en su vida, ahora lo hara a cientos de kilmetros de su hogar, en un lugar donde la cultura diferira mucho de sus preceptos. En un lugar de carencias, un lugar que necesitaba de sus servicios de Galeno altruista .
La Terracera desemboc al fin en Rancho Alegre Singalguandilpa. Esperaba ver en la entrada algn letrero que avisara de su destino y el nmero de habitantes, o siquiera algn Bienvenido, an as supo que ese era el lugar, no poda ser otro sino Rancho Alegre.

Le haba dicho la Dra Josefa, Jefa del rea 4 de la honrosa Secretara de salud, y matrona excelsa de la burocracia ms palurda aquel da en que Juanito fu a informarse acerca del papeleo que deba entregar mes con mes: --Si doc, mire se va por la libre de chihuahua-Durango, Cruza la que va para sonora, en el kilometro 490 va a ver un caminito de tierra, pues por ah se mete, no tiene pierde, son como 5 kilmetrosSlo que esos 5 kilmetros se haban convertido en 62, Igualmente en Google earth no apareca el lugar, as que le haba credo ciegamente a su jefa, pero por fin haba llegado.

Se encontraba de frente a Rancho Alegre Singalguandilpa:
Le llam la atencin: lo solitario de sus calles, el suelo agrietado, melanclico, castigado por el sol. Las paredes de barro cocidas, la pintura de las fachadas crujida y despellejada. La asimetra de las calles terregosas. Deban de haber pasado aos desde la ltima lluvia. No haba ni nubes. No saba donde se podra encontrar el centro de salud, qued mirando la desierta comunidad, hasta que a lo lejos vio la silueta de lo que pareca ser una mujer. Se acerc con el vehculo.
Era una mujer anciana. Trastabillaba cargando 2 tinas de agua, de las cuales emanaba el producto de la evaporacin de las capas ms superficiales. -Seguro se le secan antes de llegar a su destino- Pens con una sonrisa ladina.
Alcanz a la mujer. Vio a detalle a la sexagenaria de rostro curtido por el sol. Como un cadver por el formol. Ennegrecido y arrugado, ptreo. Ojos sumidos por la evaporacin de sus tejidos retro oculares. Rostro hosco que denotaba una vida de carencias.
La salud con entusiasmo y le pregunt por el centro de salud. Ella, sin cambiar su gesto y bajando una cubeta que traa cargando, seal con la mano, sin hablar. Muchas gracias seora, soy el nuevo mdico, Juan Ve -- Su cordial saludo y agradecimiento se interrumpi La seora le haba ignorado, haba recogido su balde y haba continuado su anquilosante marcha. Seora!, quiere que le ayude con eso?Repuso impvido el galeno Djeme en paz cerdo zurrado, no joda cerdo zurrado! grit la seora sin interrumpir su marcha.

-Pero qu carajo?- Pens Juanito Vlez boquiabierto por la reaccin de la viejecilla hostil. -Seguro sufre demencias- Se convenci el galeno, sin embargo le haba producido un malestar bastante evidente, mir hacia donde haba sealado la vieja y all estaba el centro de salud. -lo tena frente a mis narices y ando preguntndole a esa viejecilla mezquina-Ri ingenuamente y dio marcha a su vehculo.
- Comit de bienvenida, que iluso eres Juan- se dijo lnguidamente. Estacion el viejo sedn, envuelto en una pelcula gruesa de tierra suelta. Sac las llaves que le haba erogado su embustera Jefa de rea. Y entr en su nuevo lugar de trabajo.
Era cautivador a decir verdad. Pese a que le faltaba un poco de pintura a la fachada, y por dentro estaba lleno de tierra. Con una buena limpieza quedara irreconocible. -Pueden tratar de mellar mi cuerpo, pero mi temple se mantiene inamovible.- Sonri para sus adentros y comenz a descargar su equipaje. De la cajuela extrajo un pequeo microondas, pantalones y camisas cubiertas por un plstico protector y varios recipientes rgidos de comida congelada, que su bienhechora madre le haba preparado una noche anterior.
Apenas descarg sus tiliches: bajo la premisa que, sus suministros alimentarios no se descompusieran por el inclemente clima rido. Los puso en un pequeo frigorfico en la diminuta cocina de 1x2.5 metros.
Con la boca ms seca que la tierra de ese pueblo agricultor, sali del centro de salud y se dirigi a una pequea tiendita a comprar un litro de agua. Dentro le despach una mujer de algunos 40 aos, con el fenotipo de la chimoltrufia, -Pero menos elegante y ms desaseada- pens Juanito Vlez.
--Muy buenas tardes, seora esboz una sonrisa a la tendera. Se present como el nuevo mdico: Juan Velez y pidi un agua Ciel de a litro.
-- As que usted es el nuevo doctor?,-- Escane con la mirada la regordeta figura de Juanito, primero de arriba-abajo y despus de abajo-arriba, sin ningn tipo de disimulo, luego agreg -- no pues bienvenido, ya haca falta que un doctor viniera. La gente aqu no es muy enfermiza doctor. Pero de repente hace falta un mdico. Qu tal le pareci el camino?, esta muy feo verdad?... Son 25 pesos. -
-Veinticinco pesos, por un agua de a litro?-. Pens Juanito evitando hacer una mueca de sorpresa. Sin embargo, su organismo clamaba agua, senta que sus vsceras se retraan por la falta de turgencia y que su lengua se le caera a pedazos. As que resignado sac un rodo billete de 20 y una moneda de 5 con la que pag a la mujer.
-- As es seora, a partir de ahora voy a estar aqu, para lo que se ofrezca. Esperaba que supieran de mi llegada. Ms al rato voy a echarme una vuelta con la presidenta del comit de salud. O con el comisariado. Sabe dnde viven?--
La mujer, tom el dinero, se disculp por no haberse presentado Soy la Sra Chelo y, Le dio muy empricamente: un esbozo pormenorizado de las direcciones solicitadas. El Mdico dio las gracias, haba bebido vidamente de la botella hasta terminrsela, mientras escuchaba a la Sra Chelo y se la llev consigo vaca, al centro de salud.
-- Si quiere hablar por telfono aqu hay uno satelital doctor, cuesta 100 pesos el minuto--- Musit de su boca usurera Doa Chelo al despedirse.

Pens mientras le sonrea agradeciendo con un ademn el ltimo gesto y despidindose de mano.
Regres al centro de salud y comenz a acomodar sus cosas. Haca mucho calor para ir a presentarse con las seoras de la comitiva, quizs mejor por la tarde o maana. As aprovechara para preparar una pltica de enfermedades crnicas. -Es hora de romper los tabes de esta gente. La educacin es la clave para la renovacin de la sociedad, si seor- pens ingenuo y positivo.
2.-
Tocaron a la puerta. Adelante!Exclam Juanito, cordialmente. Rosaura Ledezma, una jirafona gorda de 26 aos, entr al consultorio. Iba por sus pastillas anticonceptivas, que mes tras mes, el centro de salud le provea.
--Claro que s--. Busc entre los polvorientos expedientes que vio apilados en un anaquel en la esquina del consultorio; la encontr en la L de las pestaas que asomaban del carpetero. Hizo una breve nota y busc los anticonceptivos en un cuartito diminuto, radiante de calor que era la farmacia, al costado inmediato del consultorio.
La Sra Rosaura esperaba impaciente sentada en la silla, en el pequeo consultorio de Juanito. Era una mujer muy grande, de proporciones paquidrmicas, La silla apenas contena su peso desmedido, se hallaba ah sentada, jugando con un chicle que tena mascando ruidosamente desde haca varias horas. Apenas se poda ver su estoma masticando, porque se hallaba semi-oculta detrs de sus obesas mejillas, debajo de su nariz chata. Sus ojillos tunantes miraban directamente al doctor con fatuidad mientras ste buscaba acuclillado sus hormonales. De su vientre sobresalan 4 lonjas que distendan con violencia su diminuta blusa azul cielo. Su cabello emita un constante insulto a quien la miraba, era gera oxigenada con una mata de pelo negro que emerga del centro de su berengeniforme cabeza. Llevaba un short corto y unas sandalias de plstico que se ajustaban a la perfeccin a sus delgados pies. -Que asombrosa anatoma, Cmo hacen esos tobillos para no romperse cuando camina?-.
-- Oiga Sra Rosaura,-- rompi el silencio el galeno, tratando de amenizar un poco su primera consulta --- aqu no hay mucha consulta, o es que no se ha dado cuenta la gente que ya lleg el nuevo doctor?dijo mientras le entregaba una caja de anticoncepcin mensual a la rubia gigantesca.
Rosaura lo mir directamente a los ojos, abri un poco la boquilla para sacarse el chicle con una de sus manos, lo enroll en su lengua, el surco de su doble papada se pronunci mucho tras esta accin y luego: volvi a masticar de manera estentrea. Luego repuso: -- Y cmo quiere que lo sepa?, son tmidos, no lo han visto llegar, tienen almorranas, qu voy a saber yo? Yo vengo por mis pastillas -- hizo una pausa y luego dijo: --oiga por cierto, deme 4 cajas.termin tajante.
Juanito rio para sus adentros. Volte a ver a la garrochona de gruesas proporciones, lo miraba con desdn, luego replic con indiferencia:
- Lo siento, pero estos son mensuales, solo le puedo dar 1 por consulta Sra Rosaura..
-- psss si pero, el otro doctor se fue hace 4 meses, y mientras tuve que comprrmelos con mi dinero! --- dijo belicosa.
Realmente el paternalismo no era algo que le molestara tanto a Juanito. Era pragmtico, siempre fue generoso y emptico, por algo haba escogido esa carrera. Haba escuchado en sus clases de Medicina comunitaria en la universidad: lo demandantes que podan ser los beneficiarios a programas tan precarios como Solidaridad; Y la intemperancia casi ridcula con la que se manejaba mucha de esa gente.
Sin embargo, la desfachatez y altanera con la que Rosaura le exigi sus hormonales. Hicieron que a Juan Vlez le diera un vuelco en el estmago y lacerara su delicuescente templanza.
As que de la manera ms educada, denost su carcter y le dijo El otro mdico, es el otro mdico. Hizo una pausa y replante: --Lo siento Sra Rosaura, pero quedan pocos anticonceptivos, no se que tantas seoras estn esperando tambin los suyos. Lo siento por su gasto, pero yo solo le puedo dar uno. Uno por consulta uno cada mes.

-- bueno, entonces deme 2 dijo enojada.
- No, lo siento subi un poco de tono el pequeo y regordete Juanito.
--Pero, es que este se lo debo a Tila, se lo tengo que pagar porque se lo ped el mes pasado. Y ella tenia 2. Como le digo, el otro doctor no estaba, tengo la culpa yo de eso?--- subi el tono an ms.
--Pues dgale que despus se lo paga. Y no, no la tiene, ni yo la tengo Repuso impertrrito el pequeo doctor. Y se levant para despedir a su primera paciente.
Rosaura irgui su corpulenta figura. Todo un espectculo. Pareca un gigantesco manat en su ritual de cpula. Material excelso para el national geographic.
Se le qued mirando fijamente al galeno, conteniendo su ira desmedida.
Se vea colosal frente al pequeo Juan, el cual pareca una caricatura insignificante, con su batita blanca. Juanito apenas le llegaba a los hombros (siempre fue bajito, de ascendencia yucateca, por eso, todos sus compaeros de facultad y sus amigos le agregaban el sufijo ito a su respetable nombre.).
--Es ust un grosero!, me voy a quejar con su superior, por prepotente, por zurrado!.--- Rosaura despus de ese arrebato de clera esper la rplica del galeno. Juanito, impvido le dijo--- Dgale a quien quiera seora, haga lo que guste, pero solo le puedo dar 1 por mes. --

Rosaura completamente presa de la ira, trat de contener un insulto directo a la progenitora del galeno, y en vez de eso. Tom el chicle, y lo embarr con toda la saa sobre el escritorio de Juanito. Se volte 180 grados, mostrando desdeosa su gigantesca espalda al galeno y se dirigi raudamente la a la salida con unos pasos inverosmiles . Al final, desde la puerta, lanz un grito ballenero hacia el consultorio de Juanito que retumb las ventanas y se ahog en un eco sonoro y encabronado: -Si me embarazo es su culpa!azotando la puerta del precario centro de salud; Con la descomunal fuerza que le provean esos extra-dimensionales brazos de tamalera.
-Uff, strike 2- Pens Juanito. Primero la viejecilla mezquina, y ahora la altanera elefantisica. -En fin-, Juanito se repuso del apabullante encuentro, quit el chicle con un trozo de rollo de papel higinico y continu ordenando sus tiliches. Busc una escoba y comenz la maratnica limpieza de la unidad, interrumpida por consultas extemporneas. (se supona que el horario era hasta las 14:00 hrs).
Durante el resto de la tarde llegaron 8 consultas ms. Todas mujeres. Pese a la diversidad de edades de las pacientes, y los motivos por los que iban a consulta: solo haba algo en comn en todas ellas Su fetidez.
Una mezcla de sobaco, de pestilente flujo menstrual enmohecido, lquidos postcoitales aejos, entremezclados en los calzones de las mujeres de manera indiscriminada. -Los de ayer, con los de hoy, los de hoy con los de anteayer y estos ltimos con los del domingo. Formando una mezcolanza hedionda y pegosteada- pens Juanito Vlez horrorizado.
Cabeza sucia, Sudor escarchado adornaba la frente, brazos y blusas de sus pacientitas. Ninguna era la excepcin, chaparritas, altas, delgadas, gorditas, morenas, etc. Su hediondez no discriminaba. Esos aromas haban estado danzando en el consultorio sin dar tiempo a que se depuraran.
Esos aromas. Que al inicio le provocaron arcadas (las cuales disimulaba con xito). Despus de 2 o 3 pacientes ms y ya desensibilizado su olfato y adiestrada su mente. La estlida fragancia subhumana le result tolerable. -La mente, cosa tan maravillosa, hace del infierno un paraso y viceversa- Record la cita de autor annimo.
Atendi solo diagnsticos comunes, la mayora iba por su tratamiento solamente. Maquinalmente les daba indicaciones sanitarias. Sobre alimentacin y sobre todo (muy sobre todo) de higiene.
-Esto no se debe a que el agua escase en este lugar, es ms bien producto de su cultura. Por aqu debo de empezar fuerte para mejorar la sanidad de estas personas.- Concluy el galeno mientras daba consejera sanitaria
-Ser por eso que no se enferma la gente?, como lo afirmaba la chimoltrufia usurera: Doa Chelo. Esa densa pelcula de mugre los haca indemnes a las bacterias ms virulentas.-se dijo rindose de su ocurrencia, una vez hubo atendido a la ltima paciente. Luego se dispuso a barrer y trapear su polvorienta unidad mdica, su recinto beneplcito. Roci perfume esperando que los aromas sucumbieran, pero solo logr exacerbar la ignominiosa atmsfera de su consultorio.






3.-
Haba por fin terminado de limpiar su centro de trabajo. Encontr una cajetilla de Marlboro rojos en el anaquel de medicamentos que probablemente perteneca al mdico anterior y se la guard en el bolsillo. Haba cavilado su da durante la limpieza, se descubri as mismo agotado. Por un lado el largo viaje que le haba producido cierto grado de insolacin; Esto aunado a la viejecilla altanera, la saturacin de aromas de su consultorio, el apabullante encuentro con Rosaura, la usureara tendera Doa Chelo y por si fuera poco el repetido trabajo domstico, lo haban dejado agotado fsica y mentalmente.
Ya eran las 20 horas y la puesta del sol bicoloraba su poblado en tonos de amarillo y negro.
El cuerpo pegosteado de sudor le clamaba un bao urgente. Entr al bao de la unidad, no sin antes separar sus ropitas y abrir la regadera. Al cabo de unos segundos comenz a brotar agua dbilmente. Se desnud y entr al medio acuoso. El agua sala lnguidamente de la regadera, caliente: producto de la conveccin de las tuberas subterrneas que an permanecan dilatadas por la tarde de sol inclemente. Sin embargo le resultaba relajante. Enjabon su rechoncha silueta con lentitud, de pies a cabeza. Depuraba su piel del saponificado producto de jabn y grasa de su cuerpo, se verta en el escaparate junto con el estrs que representaba ese su primer da de trabajo. Sinti el deseo imperioso de encender un cigarrillo, pero abandon rpidamente la idea. No iba a echar a la basura siete meses abstinencia solo por esos eventillos funestos. No les iba a dar el gusto -Podrn tratar de mellar mi cuerpo, pero mi temple se mantiene inamovible-.

De repente, son la puerta del hospital rural. Eran golpes dbiles pero constantes. Juanito Velez que se mantena con su rostro enjabonado, enfoc el cause con sus manos hacia su rostro para quitar el jabn de sus prpados. - Permtame!--- Grit, pero los golpes continuaron iterativamente como si el responsable hiciera caso omiso al grito del galeno.
--Se tratar de una urgencia?, Ser Rosaura que viene a encasquetarme un hijo?, Qu carajos?---Ya voy!--- Los golpes seguan incesantes.
Juanito sali inmediatamente de la regadera, quitando la espuma excedente de su cuerpo con una toalla. Se puso los calzoncillos, un short y una playera tipo polo que haba separado previamente y se dirigi raudamente a la puerta, lo hizo con tanta torpeza que casi tropieza y se rompe el crneo. Afuera los dbiles golpes a la puerta interminables.
A la puerta, vio un anciano que segua tocando con la mirada perdida en la ventana. Don Fernando Iiguez Leyva de 85 aos. Un hombre que seguramente era muy alto cuando joven. Ahora encogido por una cifosis torcica muy pronunciada. Enjuto de cuerpo, rostro apergaminado, unos ojitos tristes y seniles. Tena un tupido bigote descuidado; Una gran mata de pelo grueso que esconda trocitos de comida aeja y lo que pareca babita seca. Debajo del bigote, apenas visibles unos labios delgados, resecos, apretujados a su mandbula por la piel retrada y deshidratada. El cabello del seor, se asomaba a manera de mechones, albergado por un sombrero rodo y salitroso.

Don Fernando vesta con precaria indumentaria: Una vieja camisa de cuadros rojos, un pantaln escarchado de sales urinarias secas y que caera por gravedad de no ser porque el viejo lo tena sujeto de las presillas con sus manos. Calzaba unos zapatos viejos al revs, denotando objetivamente el obvio descuido de ese viejito demente por parte de sus cuidadores y su incompetencia.

Buenas noches, abri la puerta Juan y salud. El anciano tard un segundo y medio en reaccionar, volte a ver al doctor con un gesto de alegra, el bigote bailoteaba mientras hablaba:
-- Buenas noches, doctor!, cmo est? Extendi la mano derecha, lo hizo con cuidado para evitar que se cayeran sus pantalones.
Juan Vlez respondi al saludo. Al estrechar la mano del anciano, sta casi le pincha la suya, debido a las eminencias cutneas producto del ms arduo trabajo de campesino vitalicio. Diminutas heridas que nunca sanaban, tierra y gravilla tatuados en sus palmas, parecan guantes de cuero viejo, uas quebrajadas hundidas en el cuero ptreo que le daban apariencia de garras de dinosaurio.
--Ah! Que alegra verlo doctor, yo le ped mucho a dios por ust, que llegara con bien ---Deca el anciano muy lnguidamente, con ese timbre senil de voz, que le record a Juanito la voz de su difunto abuelito Manuel.Aqu la gente necesita mucha ayuda!el viejo aumentaba la intensidad de su voz debido a su sordera.
El olfato del galeno percibi la escarcha nitrada de los pantalones del viejo, no pudo evitar una tenue arcada. Esos pantalones sucios eran los testigos del descontrol esfinteriano del viejo. Y la escarcha hedionda la prueba fehaciente.
--Gracias seor, dgame en qu puedo servirle?
-- Bueno, doctor, no quiero molestarlo, es que, he tenido unos problemas. Necesito ayuda del municipio, pero como soy solo un viejo, ellos no me quieren auxiliar. No saben ayudar a la gente, no entienden nuestros problemas --- El anciano pareca hacer un esfuerzo sobrehumano para llevar el hilo de su argumento. Forzaba sus ojillos hacia una u otra direccin tratando de encontrar las palabras adecuadas y no decir incoherencias. ---
-- Qu pasa con ellos Don? Dijo el doctor pacientemente
-- Mire hace como 2 aos, les ped que me ayudaran con mi bao, hice mi letrinita, cab una fosa como de unos 5 metros, pero me dice Gilberto que, ese lado donde escarb la fosa no me pertenece, pero yo le digo que eso no es cierto. Le digo que: quien mejor que el doctor para definirlo, o para que me ayude, es que Gilberto esta mal, no sabe ayudar a ancianos como yo, Gilberto es un viejo zurrado- -Ah est de nuevo la palabrita-

Juanito inmediatamente se dio cuenta del estado demencial del viejo, por el simple hecho de que cualquiera que estuviera en sus casillas no ira con un mdico pasante rural a que resuelva sus problemas jurdicos de inmuebles. Pens el galeno.
--No entiendo bien, pero ust seguro que me ayuda, desde luego que hay que ver lo fuerte que se ve ust, como lo trata la gente doctor? Como estn sus padres?, ancina que seguro viven, mi madre ya muri, y mi esposa. Ser doctor es una bendicin, aqu necesitamos a un doctor, para que nos ayude. Tengo problemas con el municipio ---
Juanito escuch atentamente al viejo, lo observ como clnico y una vez que el viejo disminuy la velocidad de su conversacin, Juan le interrumpi de la manera ms corts que pudo:
--Seor, sabe que da es hoy?
--ehh?, no doctor, no he comido
-- El da de la semana, lo sabe?
-- El municipio, tengo problemas con l
-- Seor Sus zapatos, estn al revs. Acomdeselos, le resultarn incmodos
-- eh?!, Gilberto me dijo que ese lado de la fosa no me pertenece Pinche viejo zurrado!--
Juanito escuch cada una de las nimiedades del viejo, productos de una mente anquilosada y senil. Se acuclill y comenz a ayudar a quitarse los zapatos a Don Fernando para acomodrselos de manera correcta. Sus pies estaban tan apretujados a los zapatos viejos que parecan encarnados, despus de un forcejeo con los zapatos logr desprenderlos como si fueran plstico de embutido, respiraron los pies, estaban marcados del rgido cuero del zapato, develando los detalles impresos vivamente en los muones deformados, los piecillos deformados del viejo.
, pensaba Juan Vlez mientras acomodaba al derecho el ltimo zapato. El anciano segua hablando irracionalidades, mismas que se interrumpan constantemente por el rugir estentreo de sus tripas, objetivando el hambre leonina del octogenario.
Juanito acuclillado dej escapar una pregunta obvia:
-- Tiene hambre Don?
-- No he comido desde ayer! mi hijo Manuel, no me ha dado nada, ni Victor iguez. Son buenos hijos, pero a veces no tienen ni para ellos. La otra vez, me dieron unos frijolitos bien sabrosos, guisados con manteca Son agresivamente la peristalsis otra vez. El anciano saliv al pensar en los frijolitos y el lquido emanado de su hambrienta estoma casi cae sobre las manos del galeno.
-- Le invito a comer Seor, psele El anciano se levant raudamente, tan emocionado, tan aprisa que se olvid de sujetar las presillas de sus pantalones, por lo que cayeron al suelo tras esa imperiosa reaccin, mostrando los genitales al acuclillado doctor que justo terminaba de acomodar el ltimo zapato.
Juanito rio avergonzado y se levant rpidamente Levntese sus pantalones seor, y pase, le voy a compartir de mi comida -- Juanito irguo su diminuto cuerpo, mir para todos lados, desde la puerta del local, buscando algn testigo de la embarazosa situacin que acababa de ocurrir.
Don Fernando entr y se dej caer en una silla en la sala de espera de la unidad. El doctor fue por su cinturn y se lo regal al viejo. Dios lo bendiga doctor le dijo el viejo avergonzado, mientras se lo colocaba en las presillas del pantaln de manera torpe y senil.
Juanito se dirigi a la cocineta de 1x2.5, ah tena su microondas y del frigorfico sac un estuche plstico con discada que le haba preparado su madre la noche anterior antes del viaje. Calent luego, en el micro unas tortillas tia Rosa que haba comprado. Y con el recipiente plstico humeante y las tortillas en una servilleta se dirigi con el viejo. Extendi una mesa de curaciones de aluminio que haba limpiado previamente y coloc los alimentos, frente a la mirada hambrienta del viejito.
--Coma don, yo no tengo hambre Dijo el galeno de manera compasiva y gentil.

El anciano comenz a engullir los alimentos vidamente. Tomaba los trozos de carne con las manos, inclinaba su cabeza para lamer los hilillos de cebolla que desbocaban de sus garras.
-- Le gusta Don?Juan hizo la segunda pregunta obvia de la noche.
El anciano no contest, masticaba parcialmente el alimento, lo degluta con rapidez, su frenes alimentario lo aislaba de la realidad, como el perro fiel y domesticado que desconoce completamente a su dueo cuando est comiendo hambriento. Puede incluso gruir o morder.
-Pobre, tena mucha hambre el abuelito, seguro no ha comido en das- Lo mir Juanito compasivo. Devoraba los trozos de cerdo, salchicha y cebolla. De repente caan trozos al suelo y los levantaba con rapidez. -No le dir nada, si meto la mano igual hasta me muerde- Ri para sus adentros el galeno. Al final, el seor tom el contenedor y se bebio el caldo de carne y aceite. Chup cada uno de sus dedos de manera desagradable, pero a Juanito le dio gracia -Que ingratos sus hijos, tener as a su padre-. Luego, cuando descubri que no haba ms alimento en el contenedor plstico, comenz a hurgar sus bigotes con la lengua, 30 miligramos ms de alimento degluti de ese acto. De pronto, termin.

El anciano escudri en la mesa y debajo de ella, en busca de alguna migaja, al no ver nada dijo Muy sabroso, muy rico doctor!, Que rica carnita! Dios se lo ha de pagar. Luego Mir al Doctor fijamente a los ojos, el bigote tortuoso, lamido en toda su trayectoria se movi un poco por una mueca funesta que haba hecho el viejo, mientras una lagrimita recorri sus acartonadas mejillas. Muchas gracias Doctor, es usted muy bueno
Juanito sinti un vaco en el estmago, y se apresur a decir antes de que sus ojos se le humedecieran: --Cuando guste Seor qudese el cinto, vngase maana como a las 3 de la tarde y comemos juntos.
--Si doctorEL anciano lo mir avergonzado, ese rostro que ya era habitual en un viejo torpe y demente como l, luego, despus de un breve silencio le dijo:
-- No tendr una coca doctor?, es que siento que se me atora en la coyuntura.
-- Jajaja, tenga don Juanito le dio 15 pesos para un refresco y lo despidi:-- Lo espero maana.
El seor se levant, camin hacia la salida, sus pantalones ya no caan, pero guiado por la costumbre continuaba sujetndolos de las presillas ahora ocupadas por el cinto de Juan. Camin anquilosante por la banqueta, en ese cielo de tonos amarillos y negros. Se fundi con la lejana. - Pobre, en fin- El Galeno cerr el centro de salud, fue por la escoba y un trapo para limpiar el desorden que haba dejado Don Fernando. Su tristeza haba sido reemplazada por bienestar, haba ayudado a un prjimo, se haba mostrado benevolente, nada raro en l. Pero luego le invadi una sensacin negativa- Qu gente tan desconsiderada, tener as a su padre, viviendo de la caridad?, maana, durante la junta investigar eso--

4.-
Termin de limpiar, tan concentrado que al terminar, ya haba dado la noche y la ms perpetua penumbra cubri el poblado. Interrumpida solo por la lnguida luz que emanaban las farolas de Rancho Alegre Singalguandipa.
Juanito que estaba en el tejado de su nuevo hogar, buscando aunque sea una msera lnea de seal de su celular, sin xito, alcanzaba a contarlas: Las doce farolas del pueblito, Separadas cada una por alrededor de 400 metros de glida oscuridad. Tom una foto con su celular. - . Lo publicar en FaceBook en cuanto llegue a casa- pens alegremente. El viento soplaba una brisa clida, repos un poco en el tejado, al fin se decidi, tom la cajetilla que haba encontrado en la farmacia, la que haba pertenecido al antiguo pasante, extrajo un cigarrillo y lo encendi. Dio un toque profundo, sinti el recorrido del humo desde su boca, pasando por su trquea, distendiendo sus pulmones; hasta imagin la nicotina difundiendo a travs de sus capilares pulmonares, luego en cuestin de microsegundos, la nicotina ascendi a su cerebro impregnndolo de un alivio plcido, magnnimo, serfico. Lo invadi un ligero vahdo, tena tanto que no fumaba, casi resbala del tejado por el mareo. Y lejos de reprocharse, por romper la promesa que se haba hecho, se lo termin como si fuera una recompensa. -Ha sido el da ms largo de mi vida carajo-. Consumi a su humeante y antiguo compadre, y baj del techo.
Rendido, call en el viejo catre que tena por cama. Previamente, durante la maratnica limpia, haba sacudido el viejo colchn y le haba acomodado unas sbanas limpias que su madre le haba puesto con cario en una de las maletas.
Sus pensamientos lo arrullaron. El siempre positivo idealista Juanito Vlez. No se dejaba zozobrar por eventillos funestos.
Haba tantas cosas que hacer en ese perentorio ao de servicio social. Dej desmandarse su hipomana: Maana se presentara con la comitiva, citara una junta y aprovechara para hablar de temas de salud. Quizs empleara talleres, de manualidades, corte y confeccin, bah, cualquier cosa. Insistira lacnicamente la importancia de la higiene. Invitara a la comitiva y a quien se apuntara a correr, en grupos, a ejercitarse (serva que el bajaba unos kilitos de piln). Recaudara firmas, escribira peroratas al municipio, documentos para reinstalacin de ductos subterrneos, por otros de mayor calibre, -paque mi gente tenga abundante agua-. Una compostura al camino. Y si no atendan, aprovechara que estaban cercanas las nuevas elecciones, y lo demandara a los partidos. Siempre con la gente por detrs. Saba del sistema cardenista ejidal, que predeca casi el triunfo del partido del presidente municipal en curso, pero tambin conoca el poder de la persuasin.

Cuando terminara su servicio, la gente nunca olvidara a ese doctorcillo que les ayud tanto: Prerrogativas negadas por aos, rescatadas gracias a la conviccin de sus ideales, y sus acciones -coo, a huevo!-. Deca Juanito recostado, en el preludio de su sueo.
El doctor suspiraba, con los ojos cerrados. Las iniciativas pasaron por su mente como ovejas saltando una cerca. Que lo arrullaron. -Podrn mellar mi cuerpo, pero mi temple se mantiene inamovible- dijo soporoso y durmi.


















II. LA CONJURA

Mefistfeles merma dondequiera, hasta en el vrtice ms recndito, hasta en las mentes ms humildes, hasta en la vida ms efmera

1.
PASPASPA!!, PAS PAS PAS!!!
Despert sobresaltado. Salt de la cama al escuchar que alguien casi destrua a golpes las ventanas del humilde centro de salud. Doctor!!, abra doctor!!--- Chillaba una mujer afuera- PAS PAS PAS!, la onomatopeya de los demenciales golpes, que hacan retumbar las ventanas de manera estentrea, se repeta con insistencia.
Juanito estaba en calzoncillos, la inyeccin adrenrgica le haba despertado completamente, busc sus pantalones y su reloj -3 de la maana- su corazn completamente acelerado. Ya voy!, un segundo espabil, se ech agua en el rostro, verti su humanidad en los pantalones y se apresur a abrir la puerta.
Afuera, una mujer, de algunos 40 aos, con el aroma caracterstico y un rostro horrorizado. Juanito supo que algo muy malo haba acontecido. Se respiraba en el aire. Alguien exiga atencin mdica inmediata.
Abri la puerta, la mujer le explic que su padre estaba muy enfermo.

-- que le pas a su pap seora? se apresur a decir Juanito.
--psss no se!, ust es el doctor!dijo muy nerviosa
-- Se lo pregunto para darme una idea,tiene vmito, no reacciona?, es diabtico o padece de la presin?, se golpe? Qu pas?
-- Pss no se, de repente se puso muy malo!. Chill la mujer
Al parecer el coeficiente de la mujer no le daba para ms. Juanito estaba en el limbo, deba de reaccionar, como mdico. Tranquiliz su mente y record que durante la limpieza del lugar, haba clasificado los medicamentos e instrumentos que le serviran para una emergencia. Una especie de carro rojo precario, incompleto pero que lo ayudaran a enfrentar este tipo de situaciones.
-- A ver, permtame!
Juanito fue a la farmacia, por la mochila donde haba guardado esas herramientas. Un esfigmomanmetro, catteres venosos de diversos calibres, sondas nasogstricas y urinarias. Un viejo glucmetro, varias ampolletitas caducadas de epinefrina, oxitocina y atropina (de algo me han de servir). Unas vendas, unos guantes y varias soluciones.
Juanito dio un ltimo vistazo a la farmacia, cavilando algn frmaco que le pudiera servir. Todo ese proceso le haba tomado nicamente 30 segundos. Detrs de l se abalanz una silueta que le toc el hombro y le dijo:
--Oiga doctor ya vmonos, achis!, esas de ah son paracetamol?, deme dos no?, es que a veces me duele la cabeza.La misma seora histrica , que haba casi destrozado las ventanas del centro de salud, la que esperaba afuera, lo haba seguido adentro, ahora calmada, exigiendo pastillitas para su migraa.
Juanito le dio raudamente las pastillas de paracetamol. La insensatez desmandada de la seora le haba divertido un poco en ese contexto infausto y le haba provocado bienestar: si alguien como ella se preocupaba por unas pastillas de paracetamol, en una situacin de emergencia, para con su propio padre, quizs la urgencia no era tan grave, quizs haba exagerado al ir a esas horas de la madrugada presa de su histrionismo exacerbado.
-O quizs. Esa mujer era tan imbcil que incluso cuando la adrenalina colma su cuerpo, en vez de huir o pelear, se queda mirando a su verdugo y le pide unas putas pastillas de paracetamol- Juanito espabil nuevamente:
--Vmonos!exclam Juanito y salieron del lugar. Afuera una vieja Ford esperaba puesta en marcha. As la haba dejado la mujer para partir de inmediato. Juanito subi al asiento del copiloto, con la mochila de urgencias y su estetoscopio.
No haba deparado en que llevaba puesta una playera de estampado vergonzoso, que era la que utilizaba a manera de ritual para dormir desde que tena 17 aos: Una playera amarilla de winnie de Poh abrazando casi homosexualmente a su amiguito tigger.
La Seora meti primera, el motor de la Ford rugi, y se desplaz el vehculo por las oscuras callejuelas terregosas. Ambos guardaron silencio durante el viaje. La luz que emanaban los faros de la camioneta, acuchillaba la penumbra del poblado, pasaron 4 postes de lnguida luz, los de la esquina sur del poblado. La camioneta se dirigi ms hacia el sur, a lo lejos no se vea ninguna luz, eran las casas ms precarias del poblado. Apretujadas, la camioneta se desplaz otros 500 metros. Y se adentr por una diminuta callejuela que quedaba entre 2 casas. Apenas caba la Ford por ese complejo.
Juanito sinti un escalofro. A lo lejos de la callejuela, en medio de muros de casas sumidas en oscuridad total, se alcanzaba a vislumbrar una pequea casa de barro, iluminada precariamente por un foco en su fachada. Le daba un aire lgubre. Paro la seora a unos 100 metros debido a que la camioneta no poda adentrarse ms por lo estrecho que se haba reducido el camino.

-- all es DoctorDijo la seora, mientras apuntaba a la fachada de la casita. El mdico baj en el acto, gui sus pasos por las luces que emanaban de la Ford. De no ser as habra tropezado. Removi una reja que delimitaba el patio de ese hogar y se apresur a la puerta de madera.

La Ford dej de alumbrar el camino del galeno, una vez que ste estaba en la casa, y entonces la mujer se dio en reversa rpidamente, abandonndolo.
-- Seora!, seora!grit el galeno, infructuoso, la Ford se haba retirado ya.
a Juanito se le hel la sangre. -Porqu carajo se haba ido la mujer?, que no estaba buscando que le ayudara?. Su padre estaba enfermo. Porqu carajo se fue?-



2.-
Mir la apretujada callejuela, que apenas se distingua en la penumbra. En el cielo ni una sola estrella. La nica iluminacin provena de la casita lgubre detrs de l. El doctorcillo con su playera ridcula, unos shorts y sandalias, con su estetoscopio en el cuello y la mochila para emergencias pendiendo sobre su brazo. -Y ahora?-, volte y se dirigi a la puerta. Dio unos golpes:
--Hola!, soy el doctor, disculpen!
De dentro se escucharon unas lnguidas voces.
--- shhh cllate!, ya lleg el doctor--
inmediatamente se escucharon unos pasos, seguramente botas, que hacan crujir el piso de duela podrida. Emergi un hombre de algunos 45 aos. Muy alto, de facciones hoscas, y ojos belicosos. Era un ropero, podra sin esfuerzo derribar al galeno y romperle el cuello de un movimiento.
--Doctor?, es usted el doctor? Pregunt el grandulln, mientras vea a winnie poo distendido por el abultado vientre del galeno.
-- S, que tal seor, buenas noches, ver. Me trajo aqu una mujer, me dijo que su padre estaba muy enfermo, pero de pronto se ha ido --- Deca el doctor un poco asustado. --- S si, Ismaela. Pase Doctor, lo hemos estado esperando. rode con su acromeglica mano el hombro del pequeo galeno y lo adentr al claustro. Con tanta facilidad como si fuera un mueco de trapo.
Caminaron a travs de la salita, en esa casa haba un aroma caracterstico de polvo, cerveza y aejo. La salita estaba desordenada, como si hubieran reido ah, haba envases de carta-blanca en el suelo y la mesita de centro tena rota una pata.
El grandulln lo dirigi a un pequeo cuarto de mortecina iluminacin.
--Es aqu Doctor.
El galeno entr, era una recamara, haba una silla, ocupada por un hombre de unos 65 aos, de nariz torcida, el vitligo parta verticalmente su rostro en 2 casi perfectas partes. Sus ojos le miraron, de abajo-arriba, deteniendo su mirada un poco en el amoroso encuentro de Winnie Poo y tigger. En la esquina un joven de algunos 17, de ojos claros ycon aspecto de cholo vea al galeno con curiosidad. Y en medio una cama, encima de ella un hombre tendido, envuelto en sbanas hasta el cuello. Desde ah no poda ver el rostro del paciente, as que se acerc buenas noches dijo lnguidamente mientras caminaba hacia el hombre de la cama. Buenas noches docdijo el cholo acuclillado en el suelo, observando cada paso que el galeno haca en direccin al paciente.
Devel que ese cuarto, era ya un nicho mortuorio. Iluminado por una lgubre luz. Envuelto en un aura de un extrao aroma: Sangre herrumbrosa. El hombre de la cama, abandonado por la vida era Marcial Pvez. El pequeo doctor se acerc y vio solo una cscara. Un hombre de algunos 60 aos, el rostro completamente deformado. Era como si fuera un costal repleto de papas a tensin debido a que facciones humanas estaban interrumpidas interrumpidas por un sinfn de protuberancias, que le daban un aspecto montruoso. Se podan ver un par de dientes emergiendo de su estoma retorcida, los labios rotos encascarados intilmente por costras hemticas. Su nariz completamente rota, era imposible ver sus ojos por lo edematizado de sus prpados. Adornado por plastas de sangre seca, que sin xito haban tratado de limpiar.
Juanito busc su pulso radial. Sin xito, el cadver glido y deformado. Tendra varias horas muerto a juzgar por la mancha purprea de su nuca y espalda. Esa sangre suspendida por declive, denostando objetivamente su muerte.
El doctor mir a la habitacin. El joven de la esquina, el viejo de la silla e incluso el grandulln de la entrada al claustro, lo miraban, inexpresivos, esperaban el obvio veredicto.
-Es acaso que estos hombres no saben que este seor ha muerto?- Pens. Juanito levant las sbanas que cubran el cuerpo del cadver. Su torso desnudo estaba estigmatizado. Prpuras, marcas de tablazos, la piel macerada por una tortura premrtem jesucristiana. - Coo!, que no es obvio lo que le pas a este hombre?, Por qu me habrn llamado?, Qu querrn de m?.- pens Juanito. Luego, sin mirar a los 3 hombres que prcticamente rodeaban con inters al galeno. Pregunt con tono suave y cuidadoso.
--Qu le ha pasado a este seor?
--Se enferm doctor Se apresur a decir el cholillo. Es mi abuelo Marcial. Estaba bien, le dieron las fiebres y le dijimos que se recostara. De pronto se ha puesto as, cre que Ismaela le haba dicho.
Juanito se qued serio. No poda creer que ese cholo rural quisiera verle la cara de tonto al galeno. Obviamente estaba mintiendo, pero ingenuamente el doctor, no encontraba el motivo. Vctima de su intemperancia musit, lo que habra sido un grave error:
-- Dnde lo encontraron?, este hombre ha fallecido, alguien le ha golpeado hasta matarlo
Dijo serenamente el doctor, colocando la mochilita de herramientas en el suelo, ya que le iba a resultar intil. El silencio llen la habitacin despus de las palabras de Juan. Mir al grandulln de la puerta, luego al viejo de la silla y al ltimo al cholito de 17.
--pss a m se me hace que replantea su diagnstico doc -- El cholo emiti esas palabras, mientras se levantaba del suelo. A Juan lo atac un ligero vahdo y palideci cuando el joven sac un viejo revolver .380 que tena fajado en el pantaln. Le haba sido imposible ver el arma por la playera ridculamente holgada, estilo chicano que llevaba el cholo de ojos claros.
--ami me parece que el abuelo muri de causas naturales, no le parece ap?El joven mir al grandulln de la puerta con complicidad.
--Ahora que lo dices, s-s-si debi haber sido esoDijo Juanito horrorizado.
--Claro que as fue. El doctor haba cometido el peor debacle al afirmar que el viejo de la cama haba muerto golpeado. Saba para sus adentros que nunca debieron salir esas palabras de su boca. Saba que deba seguirles la corriente a esos tres hombres. Decir que haba muerto el viejo de manera natural y largarse de ese lugar. Pero su insensatez y su falta de templanza le haban traicionado. Juanito estaba asustadsimo, su tez morena se torn nvea cuando el cholo empez a hacer ademanes con el arma explicndole al doctor lo tristes que estaban tras la muerte de su abuelo.
--Es una verdadera tragedia doc. Pero la vida sigue, trigase el certificado, ese que le hacen a los muertitos, y su mquina, para que lo llene aqu doc, aqu le damos los datos que necesite.
Juanito trag saliva, y armndose de valor le dijo Ver Joven, soy mdico pasante, nosotros no tenemos cdula, ni siquiera tengo en mi poder certificados, esto lo tendrn que arreglar aparte finaliz, hubo un silencio. Juanito estaba sumamente consternado. -Con el ministerio pblico?, Juanito eres un imbcil-, pens.
Se hizo el silencio de nuevo en el claustro mortuorio. De repente se interrumpi por la voz aflautada del viejo de la silla. Que hasta ese momento se haba mantenido serio, escudriando cuidadosamente las reacciones del doctor a la diatriba del su nieto Junior.
--ire doc ta muy fcildijo el viejo del rostro bifurcado por el vitligo ust dice que no tiene cdula y que por lo tanto no puede emitir un certificado de defuncin eda? Juanito, plido asinti Entonces, lo nico que le estamos pidiendo nosotros es pues que se lance al pueblo, a su jefatura, solicite un certificado, explique a un doc con cdula que falleci mi hermano de causas naturales, se lo firmen y no lo traiga. Como dice el Junior, nosotros no queremos problemas. Si me entiende? S, le entiendo--- dijo Juanito petrificado.
-- Por eso le digo, doc Le suplico pues, en buen entendimientohizo una pequea pausa que se jale pal pueblo de una vez, cuando regrese: mi hermano ya estar velao y cristianamente sepultao. Aqu no es bien visto eso de exhumar tumbas v?. El papel ese se necesita para las respectivas indemnizaciones. No queremos problemas con el municipio doc, y ust no quiere problemas con el junior. Volvi a hacer una pausa y mir a sus compaeros, Luego mir a Juanito de nuevo y le dijo adems no es la primera vez que un doctor nos hace ese favor a este humilde pueblo, le podemos dar 2,000 pesos, una vez cumplido lo pactao eda?. asintieron los dems por el elocuente discurso del sabio ejidatario
Mire Doc, le voy a ser plenamente sincero --- Se levant el viejo. Si le hace sentir mejor, el granuja de mi hermano era un cabrn. Era terrateniente, y abusaba de eso ponindonos a trabajar jornadas dobles. Nos pagaba una miseria. Juanito lo escuchaba con atencin, escudriando en lapsos el revlver de Junior, que traa en la mano bien sujeto. Eso siempre ha sido as. Eso es algo que siempre hemos tolerado. Pero hoy Hoy se propas. Trat de abusar de Carmelita, hermana de Junior, hija de Clemente El cholo y el grandulln asintieron a la vez, con zozobra tras las palabras del viejo de rostro bicolor.
-- Dgame doctor --- Continu el viejo. Ust que hubiera hecho si a su hermana la intenta violar su abuelo enfermo? Juanito mir nuevamente al revlver, luego al anciano, y tras un breve silencio contest: -- Hubiera hecho lo mi-mi-mismo Se le escap un tartamudeo.
-- Exacto, lo habra hecho, porque ust es honorable. Pero las mierdecillas del municipio no piensan como ust, o como yo. Esos maricones zurrados vendran a por el Junior. Seguramente avisados por Petra, o Joaqun, o algn otro chismoso de este rancho. Puedo confiar en usted doctor?
-- Claro que s, s-s-seor Juanito enmascar su miedo, y le hizo las preguntas protocolarias acerca del difunto para hacer eficazmente la encomienda: El certificado de defuncin. La prueba fehaciente y avalada de que no hubo un homicidio. Que no hubo crimen que perseguir
Una vez terminado, se despidi de todos estrechando sus manos y sali del claustro del difunto.
Camin por la penumbra al centro de salud. Temi que Junior se desmandara y le tirara por la espalda. Fue un largo camino hasta el rural hospital. Su paranoia se exacerbaba con cada paso por la penumbra, lleg a pensar con horror que la golfa adicta al paracetamol de Ismaela, haba regresado para poncharle las llantas a su carrito.
Entr, con la sensacin que lo observaban, cada movimiento. Fue por las llaves de su pequeo sedn, su cartera y su oftalmoscopio. Luego busc las notas que haba hecho durante todo el da. Busc cada uno de los expedientes se llev las notas donde haba anotado su nombre completo.

Dej ah todo lo dems. Entr al carro y sali del pueblo pisando el acelerador a fondo.
Cavil en voz alta mientras manejaba por el camino rural, en la penumbra infinita:
--Esa puta vieja que lleg disque por una urgencia, era la pura facha, esos cabrones mataron a su pap, y luego conjuraron. Han de haber dicho -- interrumpi, presa del pnico sinti que lo seguan, aceler, 120 Km por hora, por ese tortuoso camino --- Han de haber dicho Ahorita se la cree el doctor, tretelo Ismaela, dile al zopenco que se puso mal el ap. Y si no se la cree ahorita entre los 3 hacemos que se la crea---
Las piedras del camino golpeaban la carrocera de su sedn. Estentrea, sinti una gran alegra cuando lleg al pie de carretera, al lado de las vas. Subi a la carretera a marchas forzadas de su fiel vehculo
-Podrn tratar de mellar pero mi temple Bah que se jodan!, pinche pueblo ojete!- Grit al alcanzar suficiente velocidad.














FIN
Hellraiser01 de julio de 2013

1 Comentarios

  • Hellraiser

    es aburrida? excesivamente larga, mala narrativa? quien llegue hasta aqui sin saltarse el texto, que me de su opinion

    24/07/13 11:07

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