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Una Revolución Frustrada


Paso las horas caminando por esta concurrida metrópoli. Los rayos del sol pegandome directo al rostro. Esos rayos solares perniciosos, que se intensifican al rebotar directamente sobre el pavimento que recubre las calles de la ciudad. Miles y miles de toneladas de asfalto, repartidas infinitamente en caminos y caminos de la ciudad, refleja el poder de los humanos y su aislamiento de la naturaleza.
El smog, la polución de los motores de combustión, de los pollos rostizados, de la quema de basura ilícita o las altas concentraciones de dióxido de carbono, secundarias a la nula cantidad de árboles y la morbosa cantidad de gente roba oxígeno.
La contaminación auditiva de los miles y miles de carros que transcurren por aquí a diario.
Las discuciones pérfidas del transeunteal. Allá a lo lejos el griterío de las prostitutas, Todas amotinadas frente a la casa de su proxeneta. Exigiendo beligerantes: prestaciones, alguna garantía. "Somos putas, no animales". Dicen sus pancartas escritas con colorete barato, vulgar.
La cabecilla de las putas. Con un altavoz, exigiendo derechos de las otras; las hay gordas, feas, bonitas, delgadas, jóvenes, viejas. Sus quejas entran en mis oídos y los contaminan de esa parafernalia demagógica.
Más al norte, en la calle Hidalgo, una manifestación: "el libre amor". "Los homosexuales tenemos derechos". Claman el montón de trasvestidos, claman enardecidos con gritos ignominiosos. ¡Vaya espectáculo soez!
Irrumpiendo en las rutas predefinidas de cientos de transeúntes. Cruzando nuestras vidas de manera fugaz. Solo quedan las "impresiones", Las suposiciones basadas en sus aspectos.
Una anciana con sus bolsas de plástico, con alguna marca de una tienda de abarrotes. Supongo ha de ser una abuela bastante trabajadora. Un gordo lerdo, caminando lentamente, su seboso vientre temblando caóticamente en cada paso. Con su rostro lleno de granos y una mochilita negra donde sobresalen cartas de "yu gi oh", presumiendo al mundo su virginidad y su completa despreocupación de irrumpir el introito de alguna mozuela.
El siempre preocupado por el tiempo, "hombre de negocios". Da la impresión de ser solo un enagenado más, un miope miserable, acomplejado con su prematura calvicie, el cabello de la nuca largo, con mucho gel trata de esconder su verguenza frontal. Un sirviente mal pagado, pretencioso con su traje barato y portafolios chafa.
Yo por mi parte cercado en mi monotonía, limitado a repartir horrorosos panfletos de descuento en un asqueroso local de comida rápida: "Rorro's Pizza".
Sin embargo eso es pura faramalla. Estoy a solo 30 minutos de contemplar mi revolución.
7 bombas repartidas a lo largo de la calle atestada. escondidas en bolsas negras marca "saquitos". Es asombroso lo que el deepweb puede enseñarle a un rencoroso social.
Es asombroso lo que un poco de pólvora, nitrato de potasio, carbón vegetal y azufre. En unas manos erudítas pueden crear. Un dispositivo de cobre, los circuitos plásticos de un control remoto y el emisor infrarrojo del televisor pueden ayudar, ¿A qué?, ¡a enseñar!.
Los infelices esos morirán. En un principio, pero luego la noticia se esparcirá. Me atraparán, no sin antes emitirles mi discurso revolucionario. Trascenderé en el tiempo, serviré de inspiración para otras generaciones. Mi vida terminará pero mi ideal quedará fatuo, marcado para siempre en la historia social. Una incisión en la línea estentórea de una sociedad consumista. Pervertida.
Una enseñanza, que trasciende al tiempo.

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Ya pasaron 40 minutos, no ha pasado nada.
Las putas siguen en su paro de labores... Aunque el chulo ha sometido a la espigada cabecilla, y le ha hecho meterse el altavoz por el culo, allí frente a todos.
De la rosticería no ha parado de salir polución de pollo asado. los carros siguen pasando y los trayectos predeterminados de los transeúntes se ha preservado impávido.
La manifestación de locas sigue, al norte de la calle Hidalgo.
Los perniciosos rayos solares continúan castigandonos exacerbados por las toneladas de asfalto de la metrópoli.
Míerda, mi 20avo intento y esta mierda no funcionó. Otra vez, ¿carajo porqué soy tan inútil?
--Hijo, son panfletos de descuento?—Se me acerca una señora, gorda, de temple bonachón e inquisitiva sonrisa.
-- Tómelos señora, todos suyos – Le doy los volantes del descuento y me retiro taciturno a por mis bombas malhechas.
Hellraiser23 de octubre de 2013

1 Comentarios

  • Carmelita

    Algo que en algunas ocasiones, querríamos hacer más de uno, debido a esta sociedad que nos atrapa y no nos deja respirar. Muy buena tu reflexión, un saludo.

    25/10/13 05:10

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