La Víbora y la Cobra
¡Desgraciados! ¡Mil veces desgraciados! Exclama el desgraciado, totalmente desahuciado, sin esperanzas, completamente resentido, ya no es él quien habla, por supuesto que no, sino el rencor y la desesperanza haciendo alarde de sus tétricos rayos, irradiando e impregnando de tristeza y melancolía un ambiente fúnebre, creado por una mente decepcionada. ¡Que sean felices! exclama ahora el desgraciado, mostrando sin vergüenza alguna su patética y triste postura, un imbécil sin mano firme, con mente blanda, con corazón quebradizo, con espíritu noble y con alma sin identidad. Mañana será otro día Piensa ahora el desgraciado, buscando esperanza en un charco poco profundo, un charco lleno de dudas e incertidumbre, el cual empapa de ilusión por pocos segundos, trayendo luego dolor cuando las gotas huyen.