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0o El Arquitecto Del Mundo O0

El arquitecto del mundo me llaman. La creadora de la realidad, susurran a mi paso.
Pero cuando yo miro al espejo, sigo viendo a la mujer menuda que soy.
No hice nada extraño. Sólo les hablé, y les hice desear tener cosas, infraestructuras. Un lugar donde vivir con recorrido planificado, un sitio seguro al que poder llamar hogar.

Tras ello, sólo les entregué los proyectos que se dibujaban en mi cabeza cada noche plasmados en papel.
Una ciudad nueva construida desde los cimientos, y luego otra y otra.
Más tarde…. varias a la vez incluso.
Alabada y enriquecida, fui dotada sin tener intención y por ellos mismos de cierto poder en sus vidas.

El ser humano es tan complicado como maravilloso. Nace y sabe crear mientras piensa. Y después, sabe hermanarse para llevar sus creaciones a la vida real en comunidad.
Luego y no antes, adquiere la capacidad de ser tan maravilloso como cruel.
Y ahí, es donde comienza mi desdicha.
Es ahí, en ese condenado punto donde comenzaron todos mis problemas.

Una vez terminamos con los espacios edificables bajo nuestros pies, se nos ocurrió la feliz idea de alzar la vista. Ese es el origen de las ciudades flotantes como desde la que ahora escribo.

A las primeras les puse los nombres de los tipos de nube. Cirrus, en la que me encuentro fue la que apareció más temprano, convirtiéndose en una ciudad comercial.
Stratus fue donde situé al senado, junto con las correspondientes sucursales de los poderes públicos restantes.
En Cumulus establecí al poderoso ejército del que aun hoy, soy responsable. Y a su lado, pequeña pero no así menos importante, se encontraba la menuda ciudad puerto de Pileus.

Eran ciudades salidas del paraíso, donde no existían ni la pobreza, ni el hambre, ni por supuesto, la enfermedad.
Eso creí. Pero sólo lo parecía.
Vivir arriba era caro, y sólo la gente pudiente podía permitírselo, quedando la más pobre habitando abajo.

Por eso a día de hoy, existe una diferencia clasista enorme a la par que asfixiante.
Eso sin hablar, de las incontables guerras y batallas de las que lamentablemente he sido y seré testigo.

¿Cómo he vivido tanto, como para que tal cantidad de historia haya pasado por delante de estos ojos?.
Pues bien, cuando las cuentas me fallan suelo echar un vistazo a esa especie de número de serie que llevo en la muñeca. Por lo que ahora mismo debo ser la décima versión de mí misma.
No es que yo lo estipulase así desde un principio. Pero en su día mostraron un miedo atroz e irracional a la posibilidad de mi pérdida.

Así pues, dejaron otras investigaciones más importantes y constructivas.
Cobró interés para ellos cosas tan insustanciales como el trasvase de la memoria de un cuerpo a otro, y la creación de los mismos de modo que consiguiesen ser medianamente autónomos.

La prueba de que las investigaciones dieron fruto soy yo misma. Si hago memoria y algún que otro cálculo, a mi primera muerte se estableció un luto de cincuenta días. El cual se fue reduciendo hasta igualarse a la nada en las sucesivas, concretamente las tres últimas.

Por supuesto, esa abominable tecnología, desarrollada únicamente por un país, fue la que originó la primera guerra.
Los demás la interpretaron como una maniobra para apoderarse de mí.
Y yo, en mi primera y única verdadera vida, no supe más que suplicar y sollozar por los caídos en contienda tan absurda. Atormentada, como aun hoy, menos quizá por la costumbre, por la certeza absoluta de que existen más personas en el mundo con igual o incluso mayor potencial que yo.

Mi reflejo en el espejo ha variado. Se han permitido el lujo de cambiar algunos de mis rasgos faciales, y por si mi existencia no carecía ya de sentido, por mi sangre circulan una serie de cinco enfermedades exactamente, que se complementan unas con otras elongando mi esperanza de vida.

Hace tiempo ya que no me está permitido ir a donde quiero, comer lo que me apetezca o conversar con personas de mi propia elección.
Ya casi no diseño, pues se dedican en gran parte a reproducir incesantemente mis obras con pequeñas actualizaciones meramente decorativas.
Siempre bajo ese estúpido y arcaico lema de “Si algo funciona, ¿Por qué cambiarlo?”.

Es una especie de sociedad retrógrada aunque tecnológica la de aquí arriba.
Han puesto en uso la deleznable costumbre de la tenencia de esclavos.
Por lo que ahora mismo, si mirase por la ventana vería circular de manera lastimosa a no pocas caravanas de los mismos.

Pero hoy, es fiesta.
Se conmemora el día en que las cuatro ciudades surcaron por primera vez el cielo juntas. Y juntas o casi, es como se encuentran ahora mismo

Pero hoy, yo, que ya no vivo si no que simplemente existo.
Yo, que debo ir a reunirme al salón central con los líderes de esta sociedad altanera, a la que de humana sólo se le puede sumar la apariencia. Voy a devolver la libertad que merece la honrada gente que habita bajo mis pies.

Y ya no habrá nadie que ataque vuestras ciudades para haceros esclavos. Nadie que experimente con vosotros, nadie que abandone investigaciones sobre como generar cultivos más resistentes y productivos para fabricar armas con las que haceros daño. Nadie que envenene vuestras fuentes de agua creyendo poder abastecerse de la de las nubes, con el fin de convertir las tierras que os vieron nacer en su granja.
Nadie a quien tengáis que temer…. salvo a vosotros mismos.

Cuando era niña, leí que en la antigüedad, los aviones se equipaban con algo llamado “la caja negra”.
Habiendo hecho uso de ese concepto en mis planos, mis aposentos aquí en Cirrus son como una de esas cajas. Aquí quedará el legado que quiero dejaros consistente sólo en estas páginas y los consejos que contienen.

Podría considerarse como mi último acto desesperado de redención, por haber construido el suelo por el que estos seres circulan a sus anchas.
Los reduciré a cenizas y escombros, como lo hicieron los antiguos en su día para que yo los encontrara, retirase y construyese encima.
El arquitecto del mundo me llaman, pero a partir de ahora tendrán que llamarme otra cosa.

Cuando haga uso de mis recuerdos para hundir en el mar mis cuatro creaciones más queridas. Cuando ellos se den cuenta, de que conservando mi memoria intacta así lo hacía la llave de su destrucción.
Y cuando por fin ponga pie en tierra a lo grande, después de tantos años de añoranza. Estaré rogando por vosotros y vuestro futuro.
Para ser más concreta, estaré pidiendo a quien se suponga que tenga que escucharnos, lo mismo que pidieron uno tras otro mis antecesores en la materia que ocupó mi vida.

“Que aquel que me suceda, tenga la sabiduría suficiente para saber cuando ha de detener su obra.”

Buena suerte a todos.



Henkara15 de agosto de 2009

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