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Te Voy a Esperar

Había una vez un rey que estaba triste, porque hacía varios días que no podía hablar con su princesa. En varias ocasiones pensó en recurrir a alguno de sus escuderos, para que cogieran su caballo y le entregaran a la princesa uno de sus mensajes de amor. Fueron 6 días de silencio, pero al rey le parecieron 6 siglos. Y solo le consolaba pensar que los reinos y los imperios no se crean en unos días, sino que necesitan años y siglos para afianzarse. Sin embargo, el rey sabía que este silencio era fruto de una especie de promesa que le había hecho su princesa. Y era muy consciente de que ese "pacto de silencio" era uno de los mayores actos de amor y generosidad de su princesa, porque era una forma de darle la libertad, la distancia y el tiempo que el rey necesitaba para afrontar una de sus más duras batallas: la batalla entre la razón y el corazón. Ese pensamiento de generosidad aliviaba en cierta medida su melancolía, pero al mismo tiempo volvía a sentirse abatido, porque se imaginaba que su princesa estaría sufriendo al ofrecer este sacrificio de silencio.

El rey y la princesa eran afortunados, porque gracias a su condición recibían grandes regalos de reyes de otros territorios. Uno de esos regalos era un pequeño aparatito, que los súbditos llamaban "móvil". A través de ese "móvil", el rey y la princesa podían hablar y enviarse mensajes. Al rey le encantaba recibir los mensajes de su princesa. Durante esos 6 días, el rey comprobaba casi cada instante con ansiedad si habría algún nuevo mensaje en su "móvil", pero era en vano, porque sabía que el pacto de silencio abarcaba también este tipo de comunicación. El rey se recogía en sí mismo y en su interior comprendía que la ausencia de mensajes era el más bello mensaje de su princesa, aunque pudiera parecer una contradicción. Intuía que lo que más le costaba a la princesa era precisamente contenerse para no enviar ningún mensaje. Y si la princesa lograba contenerse y vencer su impulsividad y su impaciencia, era justamente porque sentía algo muy especial por el rey. Por eso sabía que en esta ocasión, el mejor mensaje de su princesa era no recibir ningún mensaje.

Guardaba el rey en sus aposentos privados un bello retrato de su princesa. Cada vez que le echaba de menos, se detenía a mirar el cuadro, en el que la princesa lucía una mirada que era mezcla de timidez, dulzura, ternura y esperanza. No obstante, incluso cuando se encontraba fuera de palacio, el rey cerraba los ojos y era capaz de ver aquélla imágen de su princesa, porque la tenía grabada en su corazón.

Finalmente el rey no pudo resistir más y recurrió a un mago que dominaba una artes mágicas que nadie conocía en aquéllos territorios. Sus hechizos se conocían como "nuevas tecnologías" y el mago le aseguró al rey que podría hacer llegar a su amada un mensaje, sin necesidad de enviar a ninguno de sus escuderos. El mago sacó de su desván un extraño artilugio que tenía una pantalla y unas teclas con letras, y al instante el rey se puso a escribir las palabras que le dictaba su corazón.

Los hechizos del gran mago surtieron efecto, y en breve las palabras que escribió el rey llegaron al corazón de la princesa.

https://youtu.be/FfuLnUYNRSo
Continuará ...
Heraolympya01 de octubre de 2020

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