Las Palabras
Las palabras me pesan como agua en la ropa de un río en el que caí hace meses. Trato de sacarlas, escurrirlas de los trapos que me envuelven, pero parecen haberse aferrado a mi piel. Parecen asustadas de salir, entendiendo la deprimente inminencia de un rechazo rotundo.
Las palabras titubean, toman confianza cuando te ven, se manifiestan en ojos brillosos, me fuerzan a abrir la boca y toman carrera para salir disparadas; pero al cruzar el umbral de mi boca se disuelven en risas y algún que otro chiste, mueren en la pretensión de evitar todo y cualquier riesgo. Existen siempre las sobrevivientes, aquellas que no se animaron, que se apuran a atacar mis cachetes y volverlos ese color rosado que tanto conocés en mí, casi firma y sello de nuestros encuentros.
Las palabras, criaturas de tu creación, esclavas del deseo de ser lo que querés, atadas por cada vez más cadenas para contener esa efervescencia de no poder esperar más.
Las palabras, que no se rinden en esta constante puja con mi yo agrandado, se esconden en su espera, refugiadas en todo rincón de mi ser, que cuando se aburren hacen peso en mi estómago o nudos en mi garganta; están confiadas de que aunque pierdan todas las batallas, van a ganar la guerra.
