Tengo un cajón a rebosar de todas los versos crueles que escribí cuando sentía mi alma marchitada por completo, corrompida por traiciones y abusos que jamás creí merecer. Talaron cientos de árboles para que mi corazón pudiese llorar todas las palabras que le ahogaban y temo sacarlas de la oscuridad por si, de nuevo, deciden quedarse impregnadas en el aire que respiro para hacerme compañía.
No he sido capaz de releerlas de nuevo.
Para ser feliz he de recordar que el pasado nunca volverá a buscarme.