Memento Vivere
Caer en un silencio profundo e intimista oyendo el canto gregoriano, extasiarse con las polifonías renacentistas que nos elevan más y más, puede que intentando que veamos el esplendor de la creación desde la altura y la ligereza de sus rosetones policromados, que polarizan la luz dando un brochazo de aire fresco a la sobriedad medieval.
Las trompetas, triunfantes y gloriosas, anuncian la obertura del Orfeo de Monteverdi, la alegre y bucólica primavera de Vivaldi precede a una impetuosa tormenta de verano. Las intrincadas y sugerentes obras de Bach, fáciles al oído y de una sutil complejidad, nos hablan de sistematizar y ordenar, de hacer fácil lo difícil y, la mayoría de las veces, de una búsqueda de la transcendencia. La elegancia y melancolía de Pachelbel calman nuestro espíritu. El glorioso Hallelujah de Händel, tantas veces escuchado nos transporta a mundos de éxtasis y luz infinita.
El genio perfecto de Mozart, nos divierte con su pequeña serenata nocturna, una travesura divertida, nos abruma y sobrecoge con su Réquiem apenas terminado y, sin embargo, tan perfecto que duele el corazón. El genio esforzado de Beethoven, tachando y reescribiendo furioso, sudando cada nota, melodías que al final ya sólo oía en su mente. Su novena sinfonía anuncia un romanticismo incipiente.
Chopin nos enamora y nos seduce en noches de insomnio y luna nueva. Tchaikovsky nos transporta a la madre patria, y nos sorprende con temas de una modernidad sorprendente mezclada con los sonidos más clásicos. Listz nos lleva entre lo oscuro y la luz de la mañana, como un tobogán vertiginoso, entre graves, agudos y tempos de todo tipo.
Comienza un nuevo siglo, el XX. La música, tantas veces teorizada y revisada, revienta en pedazos. Dodecafonías, microtonos, minimalismos, intentan hacer darle la vuelta a todo lo establecido. John Cage ata las cuerdas de su piano, Steve Reich interpreta patrones sin fin. Con la nueva industria, la nueva ciencia, se electrifican los instrumentos y se sintetizan nuevos sonidos.
Comienza el boom de la música del pueblo y para el pueblo, de las work song de los esclavos algodoneros afroamericanos surge el primitivo blues desgarrado como su nombre, y de ahí las diferentes familias del rock.
Descendientes de sus descendientes, marginados por su color de piel, ensayan y tocan en locales de los suburbios “músicas de negros” rompiendo reglas y moldes, Se inicia el Bebop, los comienzos de un jazz cansado del Swing y las Big Band de la postguerra. Ritmos cada vez más convulsivos y asincopados se convierten en obras maestras geniales. Hard Bop, Free Jazz, avant-garde aumentan la complejidad de los sonidos hasta el infinito.
Para los oídos más convencionales, decenas, cientos de grupos pop suenan en las principales cadenas de radio, ritmos fáciles, sencillos para simplemente disfrutar pasando el rato. Olvidar los oscuros recuerdos de la guerra y la postguerra, el hambre y la muerte. Baile, cortejo y sonrisas.
A cada acción le sigue una reacción. Al cada vez más simple pop se oponen los primeros esbozos del punk, – rebeldía por todo y ante todo, cuestionamiento del sistema y de sus bases, de la opresión, de la desigualdad – y del metal, distorsionando al máximo el sonido de las guitarras.
La música es un ente vivo, la música evoluciona tal y como evoluciona nuestra historia, como evoluciona el ser humano.
Recuerda: Estás vivo.