Constituyó ella un sueño magno,
me gustaba su corretear jurásico
entre volcanes en erupción,
con el dialecto del mar cálido.
Idílico vagabundear el pantano,
las ciénagas y el plateado lago,
y la brisa balsámica de gas metano.
Yo era el más famoso Tiranosaurio,
sulfuroso, encantador, bizarro.
Luego desencanto, amargura.
Ella entregaba su escamosa cola.
Con un Terópodo me engañaba.
Terminé con esa era geológica,
le tendí una ingeniosa emboscada,
y me comí la carnosa Gliptodonta,
la última que quedaba.
Ella era de Laurasia
yo nací en Gondwana.
Dominé, saltando al Cretáceo,
audaz, rapté una blindada Diplodoca,
se embelesó en perfecta y sana zoofilia.
Entusiasmados, nos apareamos con furia,
reñimos con depredadoras garras,
12 toneladas entre patas fuertes y macizas
cuerpos robustos, maña y zancadilla,
cabezas sólidas, corazas, sangre, baba,
bufidos, el polvero y acaeció la calma.
Cazábamos en abundancia, con exaltación.
¿La pesca? Yo con la gran uña de hoz.
Propicia: Era generoso el océano tropical,
aportaba abundante y deliciosos Mosasaurios,
Ictiosauros opulentos, comíamos los flancos
cuidando de las costillas fuertes, filosas,
bajo la sombra paradisíaca de helechos,
arrullados entre las lujuriantes palmeras
y de postre; cadáver de Hipsilofodón.
Pero... creo estamos condenados a la extinción.
Ayer un extraño barbudo, con un filoso palo,
me ocasionó una herida, le he visto matando...
a mis parientes, a los de mi hembra, a todos.
No tiene rival, camina en dos patas, es pequeño
vive en las cavernas, posee del cielo el fuego.
Aunado a esto, una gran piedra del cosmo
hace 100 años cayó, nublando todo, temblando,
hoy hay poco sol, la luna 4 nunca más apareció.