Atendiendo a la amable invitación ¡Como me costó llegar a la Mansión Bierrodot! Explorarla palmo a palmo... Mas aun, descender al laberinto silente del extenso sótano en donde me encuentro, y este olor penetrante a morgue... el pañuelo que mi amante, antes de salir entre leves gimoteo me entregó es de poca utilidad ¡Es más pestilente de lo imaginado! Me recuerda cuando ejercí de médico forense, aquel frío invierno de 1913, durante la guerra, en aquella institución estadal de Berlín... y hoy, en esta densa oscuridad, apenas quebrada por la luz humeante, tenue y mortecina, cada tanto, de unas lámparas fijadas a las paredes, de lúgubres formas, quemando aceite rancio acre. He dado traspiés al pisar fémures, tibias, crujientes costillas, cráneos de velada sonrisa, en este trecho del mohoso sendero y la humedad que impregna mis alas... las cuales bato de vez en cuando. Aprieto contra mi pecho el crucifijo de plata que me dio el reportero de Tustextos, Grekosay y bendecido por Benedicto XVI, en su última entrevista en Londres.
Toma esto - me dijo con entrecortadas palabras, en esa ocasión en que le mencioné que pensaba ir a la Mansión -te puede ser útil.
Glup! -ahora se porque me lo dio... ¡Sí puede ser de utilidad!
Avanzaba poco a poco en un cruce del túnel, horas habían transcurrido desde que llegué, con cautela, me detuve por eso que me llamó la atención... apartando una red infinita de telarañas pobladas de enormes tarántulas, descubro un gran nicho en la pared, a duras penas puedo leer un manifiesto epigráfico en una enorme lápida de frío mármol con extraños ribetes e ininteligibles símbolos esotéricos, hechos con profundo cincelado de mano angustiada y temblorosa...
limpié un poco la superficie del polvo que dejan los años... Ah! es la última manifestación de cariño fiel, de imborrables promesas y excelsos deseos... Desde mi Lado Criminal (amenaza para mi Futura Esposa) Adoraré la cruz de tus piernas, las falacias de tus gestos... Una sonrisa brotó de mis labios seguida de una enorme carcajada que rasgó la ya no tan inquietante soledad, abarcando todos los cimientos de aquella adusta estancia, retumbando el eco en las paredes y techo...cuando cesó de temblar, algo de cascajos y polvo me cayó en la cabeza...
Levanto la vista lentamente... Y era el mismísimo Conde Bierrodot acomodándose un poco, pendía de cabeza a punto de caramelo, aferrado con enormes uñas descansando en paz, envuelto en una enjuta y larga capa de terciopelo púrpura con listas negras. Me hice la señal de la cruz, me cercioré que llevaba las estacas y el martillo en el bolso...pero la placidez que transmitía y una pequeña costra de sangre ORH positivo, en sus labios, me indicaba que unas horas antes había cenado en grata compañía. Aleteé un poco y ascendí cerca de él, momento solemne, extendí la mano, le introduje un papel escrito con mi mensaje, entre la abertura del cuello de la apretada capa, que decía:
Estuve por aquí, bizarro texto el tuyo, no exento de valor y estética a mis ojos y entendimiento.
¡Pasa por mis a veces impíos escritos!
Saludos.-
Me despedí mentalmente y volando para ahorrar tiempo, me retiré a casa. Al llegar me di un prolongado baño con agua bendita.