De repente, le daba miedo sentir.Todo era confuso, era nuevo. Incluso las sensaciones que afloraron en la piel hace años parecía como si no hubieran existido jamás. Ese desorden corría por todo su cuerpo y le hacía estremecerse.
No podía ocurrir, el tiempo se había echado encima de mí. La seguridad que tendría que haber sido fijada antaño no existía, y el futuro parecía tambalearse. O realmente lo hacía.
La miraba, le palpitaba el corazón, volvía a mirarla, su cuerpo empezaba a temblar, seguía mirándola, el miedo comenzó a crecer, no paraba de mirarla, y su estómago se estremeció.
Miedo. Seguimos con el miedo. Ese que fluye por las venas cuando parece que no corre la sangre, el que te bloquea delante de tu camino, el que no te deja pensar.