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Solo Quedaban Lágrimas.

Observé los mirlos volar en clase de filosofía. El profesor no dejaba de hablar. Decía cosas sin sentido, cosas que no tenían nada que ver con la filosofía medieval que, en teoría, estábamos dando, cosas sobre sus años en la facultad de veterinaria o chistes sobre Franco. En el fondo, aunque no me gustase demasiado, comenzaba a agradarme aquel profesor: era brillante.
Me imaginé ser uno de esos mirlos,sintiendo el viento acariciar sus plumas, sintiéndose dueños de sí mismos. No como yo.Mis alas siempre habían sido manejadas por otras personas ajenas a mí. No me sentía libre, no me sentía bien.
Y, aquella tarde, lloré. Lloré como nunca había hecho. Comencé por una pequeñez que, poco a poco, iba perdiendo importancia y luego recordé el resto y lloré más. Derramé lágrimas hasta moquear y tener los ojos hinchados y rojos. Hasta tener un aspecto triste y enfermizo.
Cuando por fin acabó todo, decidí que era hora de tomar las riendas. hora de liberar mis propias alas.
Era muy pronto para hacerlo, pero tendría que esperar, solo el esperar me traería recompensa.
Llegaría el momento, pronto llegaría, no quedaba mucho. Y luego, luego solo me quedaría alzar las alas y volar, solo volar. Huiría...una vez hubiese comenzado...NUNCA, NUNCA volvería. Huiría aunque fuese sola y no tuviese acompañantes en mi viaje.Estuve exactamente 50 minutos sentada en una silla verde delante de un pupitre, también verde. No podía evitar que mis ojos mirasen hacia la ventana. Y los vi: cuatro mirlos volando entre los edificios. Parecían felices, pero no puedo saber si realmente lo estaban. Allí, libres, volando.
Mientras mi momento de partida no llegase...Sé que solo me quedaban las lágrimas.
Irene16 de octubre de 2010

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