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Fondos de Cajones y Cinco Minutos

He guardado los cigarrillos que tenía en mi bolso en el fondo del cajón. Llevaba tiempo queriendo hacerlo, pero no tenía el valor suficiente. Me gustaba recordar los besos cariñosos que me dabas, que acababan en una especie de competición para ver qué labios se gastaban antes. Y luego, el cigarrillo. El dichoso cigarro compartido que mis labios sonrientes y un poco hinchados aceptaban con gusto. No eran más que cinco minutos, pero eran nuestros cinco minutos que seguían a las dos horas de mimos anteriores. Pero, para mí, esos cinco minutos eran los mejores del día. Llegaba el momento de apagar el cigarrillo; tú me dabas la mano y nos íbamos a casa. Recuerdo que me dabas un corto beso en mi portal antes de despedirte. Te ibas, pero antes de que yo entrara en casa, me agarrabas del brazo y me dabas otro más largo y completo, el perfecto. Yo subía a mi casa y me tumbaba en mi cama, con la sonrisa más bonita del día.
El tiempo hace su trabajo, y esa vez era el de acabar con esto, porque nada es para siempre. A veces duele, pero no es tan difícil pensar en otra cosa cuando guardo los cigarrillos en el cajón. Aunque debo admitir que hay momentos en los que no me resisto a coger uno y recordar nuestros cinco minutos con cierta tristeza
Iriavillar08 de julio de 2012

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