Como la suela de un zapato cualquiera luego de kilómetros de caminatas diarias veo pasar mis días. Sentado en esta silla con mis mates amargos, leyendo unas líneas de Friedrich Nietzsche que atosigan mi conciencia:
Hay que volver a la muchedumbre, su contacto endurece y pule, la soledad ablanda y pudre.
La soledad, mi soledad, me fue deteriorando
Así transcurren, lentamente pasan, se van los días, siendo uno más monótono que el siguiente, y yo aquí, acorralado en mi propia desazón, por cobarde, por temerle a tantas cosas, por incitarme al encierro, colocando murallas funestas alrededor de mi.
Y si, se que trataste de acercarte, pero se también que te sentiste incómoda, quisiera contarte
no eras tu sino yo, yo fui el que siempre tuvo miedo. Aún no he perdido esa dureza en el semblante, tu solías criticarme aquello.
Siempre fui de dejar que el tiempo pase para tomar las decisiones, para actuar, hasta en simples cosas "cotidianas" para cualquiera. Recuerdo haber dicho mañana la llamo así nos encontramos", el lunes voy a lo de Ignacio a mirar el partido y llevo unas cervezas.
En fin
no soy para nada el hombre que quisiera haber sido.
Y los días siguen pasando, y me ablando, me consumo, me siento sitiado por esta atormentadora sensación de vacío, de vida acabada.
8 de mayo de 2008