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Caminaba un ángel entre las penumbras, ensimismado en la honda oscuridad,
sus alas regalaban un brillo fulgurante, iluminando tan largo y angosto camino,
deambulaba sin un mísero descanso, hasta que vislumbró cierto ser cabizbajo,
postrado sobre una dura y gris piedra, desahogando su tristeza sin consuelo.
Dime ángel misericordioso, como una alma tan blanca vaga por estos parajes,
las sombras son mi eterno cobijo, la pesadumbre es mi compañera ingrata,
cargan mis espaldas un gran peso, quebradas las alas de mis tristes deseos,
busco desesperado abandonarlo, pero algo me ata a ello y no me deja soltarlo.
Oh errante alma en pena, tú que fuiste como yo hace algún tiempo atrás,
siento en mi interior como ese dolor, va desgarrando tus entrañas sin pudor,
déjame que te muestre el camino y comprenderás que todavía te queda vida,
agárrate a mi mano, devolveré las alas a tus deseos y podrás a volar bien alto.
Me prometes surcar los cielos, el más negado de mis anhelos,
que fácil para un ángel alado, la vida poco te ha maltratado,
mas yo solo he vivido derrotas, mis alas cuelgan medio rotas,
me da miedo vivir la ilusión y observo la vida desde un rincón.
Te prometo que volverás a vivir, lo bueno y lo malo de sentir,
mas se que tendrás que ser fuerte, y con ello llegará tu suerte,
atrás quedarán malos momentos, y comenzarán a brotar sentimientos,
abre tu corazón, deja la luz entrar, despliega tus alas y vuelve a volar.
Dime que si alzo el vuelo, me harás rozar el cielo,
siento que en ti creo y se cumplirá mi mayor deseo.
Abre tus alas mi angel adorado, no te sientas atado
emprendamos un largo viaje, recuperemos tu coraje.
Dos ángeles dorados resplandecen, se elevan rompiendo el eterno ocaso,
sus corazones se enlazan hermanados, permanecerán juntos para siempre,
atrás quedan la triste penumbra, frente a ellos un mundo nuevo y luminoso,
surcan el cielo, vuelan bien alto, son como dos niños tomados de la mano.